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Mostrando las entradas de junio, 2011

de drogas y nazis

El único momento en el que me arrepiento de haberme ido de mi casa, es cuando me siento impotente. Me sentí impotente cuando me atracaron en Augusta y yo, por miedo a ser deportada (mi temor eterno), no reporté mi robo a la policía; me sentí impotente en Tailandia, cuando me ordenaron que no mirara a los hombres a los ojos, porque los hombres son superiores a las mujeres; y me sentí impotente hoy, cuando fuimos verbalmente abusados por un policía alemán. Últimamente ha habido un retén de la policía en el camino a nuestra casa. Nosotros tenemos una motico, para la que tenemos todos los papeles, entonces realmente no estamos nerviosos ante el retén, sino más bien aburridos porque toca bajarse, mostrar papeles, esperar, y luego seguir. Es la misma pereza que le da a cualquier persona ante un retén en cualquier parte del mundo. Ya a Honey lo habían parado una vez antes, y todo salió perfecto, como debe ser, porque tenemos todo al día, como debe ser. Hoy Honey se encontró con el mismo

Ya no me caigo, pero -

Ya no me caigo montando en bicicleta. He aprendido a soltar una mano del manubrio (pero sólo una) para rascarme la nariz o quitarme el pelo de la cara. Por cierto, no tengo ni la menor idea por qué rayos me rasca la nariz únicamente cuando voy a altas velocidades en bajadita en la bicicleta. Ahora mismo, por ejemplo, que estoy sentada, quietecita en mi cama, no me rasca. Pero no falla: no es más sino que me siente en la bicicleta y que empiece a andar rapidito, y ya la rasquiña se vuelve insoportable. Ya no me caigo montando bicicleta. Soy una dura. Me quedo siempre en mi carril, aunque a veces ese carril se encuentre entre carros; cuando algún vehículo interrumpe mi camino, puedo sin problemas (y sin caerme) pasarme al carril de al lado y seguir mi camino. Puedo pasarme a otros ciclistas más lentos que yo. Puedo, incluso, cuando los semáforos y el tráfico lo permiten, meterme en el carril de los carros para hacer un rápido giro a la izquierda. Soy verdaderamente hábil (y me rehúso a

Kieler Woche

En Kiel se celebra la regata más grande del mundo - lo cual es una excusa perfecta para estar de fiesta toda la semana, cual Carnaval de Barranquilla. Tomamos ful... esteee, fotos, quiero decir. Tomamos ful fotos. Y las recopilé en un videíto para poderlas compartir. Pues, ajá, yo no soy toda profi ni nada. Pero como primer intento, no está mal. ¿Cierto? Si no puedes ver el video, haz clic aquí

Si usté supiera lo que pasa aquí...

Nosotros pensamos que en Alemania todo es perfecto. Querido lector, querida lectora, no sé quien eres, pero estoy segura que tu, al igual que yo solía hacerlo, piensas que en Alemania todo es tecnológico, de la más alta calidad y de algún modo moderno y perfecto y muy alemán. Estee, bueno, que cómo te dijera yo... No. Aquí en Alemania también hace calor en los buses. Calefacción sí hay, porque el invierno es pesado. Pero aire acondicionado no hay. Es decir, cuando el clima sube a más de 15 grados centígrados, y estamos las 125 personas apachurradas en el bus, empieza a caerse la gotica esa de sudor por la espalda y el chofer nada que prende el aire. Es más, el tipo a veces es todo malo, porque con ese "bochorno" de bus-apiñuscado-y-alemanes-de-dos-metros-de-alto-que-generan-más-calor-que-fogata-en-finca-a-medio-día, el tipo prende la calefacción. ¡La calefacción! ¿Qué es eso, ah? Aquí en Alemania también se chocan los buses. Y se chocan por brutos, igualito que los nu

Barriga llena

Siendo honesta, hablando a calzón quitao, mi tiempo en Tailandia no fue bueno. Cuando me preguntan por mi experiencia, digo (tratandode ser lo más sincera posible pero sin sonar desagradecida) que en retrospectiva fue una experiencia increíble. Pero durante mi estadía en ese país, fue más lo que lloré que lo que reí. Estaba sola, triste, del otro lado del mundo, en un trabajo que no me gustaba, con gente que no era mi gente, con gente que no hablaba mi idioma, con comida toda rara. O sea, hey, quién rayos come grillo frito y gusanitos apanados?! (Escribo desde un teclado alemán, me disculpo por los signos de interrogación z explamación faltantes.) Veo las fotos y recuerdo instantes en los que reí, recuerdo momentos de no-tristeza, recuerdo eventos que, en general, fueron buenos. Pero luego recuerdo lo de antes y lo de después y agradezco que el tiempo corra sin detenerse, y que haya corrido sin detenerse, y que ya yo no esté allá. Pero como bien dice el dicho, con barriga llena, cor

¡Más nunca!

Yo soy de la mentalidad de que, si alguien me quiere regalar algo, y yo necesito algo, y esos dos algos coinciden en ser el mismo algo, ¡que me lo regale! A mi no me da pena recibir cosas usadas. A mi no me da vergüenza recibir las cosas "viejas" de otros. Me encantan los regalos, por un lado, y me encanta sentirme ultra-inteligente cuando no gasto dinero comprando cosas que (no) necesito. Por ejemplo, necesitaba un celular. Mi tío quería deshacerse de su iPhone. ¿Si ves? Hay dos personas con dos necesidades, cuyos fines coinciden. A mi no me da ni cinco de pena andar por ahí con un iPhone regalao. Pero mantener esa mentalidad para volverla principio no es fácil. Mucho menos cuando la gente empieza a pensar que una va a recibir lo que sea. Lo que sea. En cualquier estado. Cuando nos mudamos al nuevo apartamento en enero, nos dimos cuenta de que necesitábamos un sofá (el apartamento pasado era tan, pero tan chiquito, que no cabía ni siquiera un silloncito). Un día, recié

Tenemos un Hogar

Realmente nunca antes lo había dicho, porque me parece que la palabra suena a novela melodramática mexicana; me suena a una de esas palabras que María Raquel le diría a Ernesto Francisco para que se case con ella, mientras que la hija de la novia de la cuñada de la vecina de la ahijada del tío interviene en la relación. Ese tipo de melodramatismo es lo que evoca esa palabra para mi, "hogar". Yo nací en un hogar, claro. Solo porque no me gusta decir la palabra no quiere decir que no entienda o disfrute del contexto. Nací y crecí en un hogar genial, donde la familia y los amigos fueron siempre bienvenidos, donde las puertas estuvieron siempre abiertas; donde las muelas de cangrejo al ajillo no eran platillo de mesa fina sino merienda antes del coctel de langosta y el ceviche de mero, pero donde el arroz con huevo frito al almuerzo era una deliciosa sorpresa. No puedo decir que tuve todo, pero tampoco puedo decir que me faltó nada; es más, creo que lo único que quise con pasió

Conocimientos innecesarios

Hoy, durante los 40 minutos que me toma regresar en bicicleta de la universidad a mi casa, hice un recuento de las cosas innecesarias que he aprendido durante los pasados 10 meses. Es más, para ser bien específica, y porque me he afectado mucho la restructuración por la que está próxima a atravesar nuestra lengua, estoy hablando de palabras nuevas, aunque innecesarias, que he aprendido. Por ejemplo, yo sé cómo se dice chalupa en alemán: der Kahn . Pero es un conocimiento innecesario, porque las posibilidades de que yo (sobria y en contexto) utilice esta palabra son mínimas. Es más, ni se me ocurre cómo puedo usar la palabra en español, sin recurrir a los arroyos de Barranquilla o al camino a Mompox. Sé cómo se dice carrandanga ( eine ganze Menge ), y cómo se dice apichurriarse (que no ha de confundirse con apachurriarse) - sich gekniffen . Sé cómo se dice que la manzana está harinosa ( mein Apfel ist mehlig ), pero no estoy segura si es la  manzana, el manzana o manzana neutral .