No sé por qué este año he estado particularmente pedigüeña, cual niña chiquita. Y he pedido cosas extravagantes. Pero por alguna razón aún no claramente definida, por esas conspiraciones del universo, por esas casualidades, alguien de algún modo me está malcriando más de lo normal. Dije que quería un cerezo. Pero no uno que me tocara cuidar a mi, no uno que me tocara esperar 10 años hasta que creciera y diera frutos-- dije que quería un cerezo ya, lleno de cerezas ya. Dije que quería un pato. Pero no cualquier pato, un pato de cabeza verde. Pero no lo quiero en mi casa, no quiero cuidarlo, no quiero preocuparme por alimentarlo. Quiero tenerlo y que me tenga pero no quiero que estemos atados el uno al otro. Dije que quería M&Ms, muchos, míos. Pero no quería comprarlos yo, porque son caros en Alemania. Dije que quería que me sorprendieran. Pero no quería arreglar la sorpresa yo, no quería tener que actuar sorprendida. Dije que quería una fiesta, pero no una fiesta con gente
a veces, por mucho que intentemos, es imposible sacarnos la realidad de la cabeza...