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Mostrando las entradas de marzo, 2014

La realidad del colombiano promedio a inicios de abril del 2014

Las elecciones presidenciales se acercan. Mi generación votará por cuarta vez en su vida este año, y es un periodo electoral interesante. Ya pasamos la edad de votar por quien la mamá o el papá dijera, porque a los recién-cumplidos 18 años el colombiano promedio no tiene convicciones políticas claras; ya pasamos la edad de votar sin información, o peor aún, mal informados, o votar en blanco, porque el colombiano promedio de los medios-veinte cree que el mundo no tiene reparo y que mi voto no hace nada porque es uno solo , y que para qué votar por más corruptos, que es lo que se lanza . Ya el colombiano promedio de mi generación está pisando o entrando a los 30, cuando nos damos cuenta de que - oh por dios - ya toca sentar cabeza y dejar la bobada de "no hay por quién votar" y realmente hacer un análisis inteligente de los candidatos presidenciales. Hablo específicamente de los colombianos porque en menos de 2 meses nos toca elegir nuevo presidente (el domingo 25 de mayo). Oh

Las cosas como son

Este fin de semana alguien me dijo "las cosas como son." Es decir, en este mundo de blanco-y-negro, sin matices de gris, decir "las cosas como son" es decir la verdad a calzón quitao, sin pelos en la lengua, y casi siempre de manera ofensiva "pero sin ofender" y con tono grosero, antipático y lleno de una arrogancia infinita - porque "las cosas como son" es el equivalente a la verdad absoluta que el emisor sabe y que por magnánimo me comparte. Vaya cosa ridícula. No sé si la frase es particularmente colombiana, o cachaca. La primera vez que la escuché fue de un cachaco. (O al menos fue la primera vez que me impresionó la frase.) En nuestro grupo de amigos, uno recién divorciado presentó a la novia nueva, y la primera frase que salió la de la boca de la novia de otro fue, "Hola. Ustedes se están cuidando, ¿cierto? No vaya a ser que quedes embarazada de repente..." La novia nueva se quedó pálida, ya que es de conocimiento general (cre

S.A.D.

Por ese interés mío particular de ser honesta y tal, voy a confesar que soy bastante crítica de las enfermedades psicosomáticas. Peor aún de aquellas enfermedades, condiciones o patologías que no se manifiestan con evidencia física sino que se quedan en la cabeza del doliente. La depresión, la agorafobia o acrofobia, la ansiedad ante pruebas (¿hay una palabra en español para eso?), el estrés post-traumático... yo soy (era) de las que piensa (pensaba) que el doliente debía "dejar la maricada", salir a trotar o algo, y desear estar bien. Claro, igualito que con una gripa: cuando tu deseas estar bien y curarte, ya, de una, *BAM*, te curaste. ¿Cierto? Igualito. Y eso que mi mamá es psicóloga y tal, entonces yo ique tenía una profesional en casa que me hiciera caer en la cuenta de mis errores. Pero junto con mi mamá, que trata a gente con "enfermedades del fantasma" (traducción literal del alemán, pero en serio la traducción correcta es "enfermedades del alma"

London, baby!

Como profesora de inglés de la facultad de Administración y Servicios Públicos de la Universidad de Ciencias Aplicadas del estado de Schleswig-Holstein (que importante suena, ¿ah?), me correspondió viajar con mis 27 alumnos a Londres para cumplir con el requisito de módulo de competencias interculturales. (De nuevo, suena ful importante, ¿cierto?) Este módulo es especial, porque es mitad viaje de paseo rico, y mitad viaje de estudio. Como profesora, chaperona y guía, a mi me corresponde andar por Londres correteando a mis 27 pollitos... Les digo pollitos porque cuando mencioné que estaba con mis "niños" algunos se molestaron. "Pollitos" es suficientemente estándar para no insultar a nadie. Al menos se ríen.  El primer día, como todo primer día en cualquier plan a una ciudad extranjera, fue un desastre. Los pollitos no se pusieron de acuerdo y terminaron unos en un tren y otros en otro, y dos horas después de la hora de encuentro pactada nos encontramos --por

El pragmatismo alemán

Hace un mes me gradué de la universidad. Terminé mi tan deseada maestría en literatura ( Masters of Art in English and American Literatures, Cultures and Media ) y ahora sigo al doctorado - por fin. Los alemanes no son mucho de celebrar cosas. Los hitos, por ejemplo, no son tanto hitos para ellos como más bien conclusiones naturales a retos que nos auto-imponemos. Aquí no se celebran los grados. ¿Por qué vamos a celebrar algo que es natural, normal, esperado? Si alguien empieza una carrera el punto es que la termine. ¿Cierto? ¿Por qué, entonces, habría que celebrar que haya terminado lo que empezó? Claro que exagero, ¿no? Solo un poquito. Mi esposo no tuvo grado cuando terminó su carrera porque terminó un semestre temprano. En ese caso, casi que tiene sentido que se gradúe por ventanilla. Pero sus compañeros sí tuvieron grado 6 meses después. Bueno, grado grado grado así que uno diga grado, con toga y birrete, no fue. Fue una cena en la que casualmente había un podio y en algún