El problema de publicar radica precisamente en eso: en hacer algo tuyo público. Es irónico, porque lo que un escritor más quiere hacer es publicar; pero lo que acaba a un escritor es hacer de eso suyo algo público. Ya ves, cuando escribes algo te estás desnudando frente a la página en blanco. Desde que la máquina de escribir desplazó a la antigua pluma y tinta, el proceso de escribir se ha vuelto más íntimo entre tu y tu hoja vacía. La pluma servía de intermediaria, la tinta de mediadora. Pero ahora tus dedos sobre las teclas crean un flujo continuo, inmarcesible. Y tu eres la hoja y la hoja eres tu. Y eso que has escrito eres tu, y tu eres cada palabra que está escrita. Hasta ahí la cosa está bien. La cosa es privada, íntima, sólo tuya. Pero entonces se te da la gran idea de imprimir ese manuscrito y mandarlo a una casa editorial. O peor. Presionas "send". Y ese instante en que has cumplido tu mayor sueño de ser un escritor publicado es el mismo instante en que t
a veces, por mucho que intentemos, es imposible sacarnos la realidad de la cabeza...