Las mejores fiestas que conozco son las fiestas privadas. Son privadas porque los invitados son pocos, y muy bien seleccionados; pero además son privadas porque son repentinas, inesperadas, sorpresivas e intempestivas.
No me refiero al tipo de fiestas en las que tienes que ser amiga o hija de alguien para poder entrar - me refiero al tipo de fiestas que se crean, sin previo aviso, en la sala de tu casa. A veces hay licor, a veces no hay - fue una fiesta de repente, no hubo tiempo de planear. A veces a comida, a veces no - no se pensó nada previamente, no hubo tiempo de organizar. A veces hay plan, a veces no - nadie sabía de nada, no hubo tiempo de arreglar.
Las mejores fiestas privadas a las que he asistido son en la casa de mi mamá. Mi mamá es la mejor organizadora de fiestas privadas: en su casa (¿mi casa?) siempre hay de todo de tomar - claro que de eso hay que darle el crédito a mi papá, quien no concibe que alguien pida algo que no hay. ¿Quieres whiskey? Hay dos tipos. ¿Quieres vodka? Si no se lo ha tomado mi hermana, hay. ¿Quieres vino? ¿Cabernet, Blanco, Carmenere, Pinot? ¿Quieres ron? ¿De qué país y de qué año? ¿Quieres algo raro? Hay licor de café, hecho en casa con café orgánico de la Sierra Nevada de Santa Marta. ¿Quieres cerveza? Fijo hay nacional y Heineken - que es la que (según mi papá) le gusta a mi tía. Casi que, como dicen los cachacos, usté pida mijo que se le tiene.
Y las fiestas privadas que ofrece mi mamá son además geniales, porque (aunque no hayan sido planeadas) en mi casa siempre hay algo. Hay galleticas de soda, hay anchoas, hay atún, hay aceitunas, hay queso(s) (costeño, de ese de puro ganao, y fijo manchego y gouda), hay proscuitto... Siempre hay algo. Siempre hay platos y vasos y copas limpias, y eso que en mi casa en Barranquilla no hay lavadora automática de platos (por cierto, ¿cómo sobrevive en un ser humano sin máquina lavadora de platos?).
Mi esposo ha adoptado esa tradición Chegwinista a nuestra pequeña familia. Nos encontramos con frecuencia - como ahora, viernes por la noche mientras escribo esto - haciendo una fiesta privada: yo tomando piña colada, él tomando cerveza alemana (qué otra cerveza se toma en Alemania...), y con maní y crispetas.
Extraño las fiestas privadas con excusa de "club de lectura" que tenía con Bobby y RowZeeta, en la que supuestamente hablábamos de literatura (Cthulhu) y tomábamos vino y vino y más vino. Quién ha dicho que las uvas pasan no estimulan la conversación...
Pero es que más que eso - más que tomar y comer - la idea de las fiestas privadas es pasar tiempo juntos. Es el momento de dejar de lado el estrés del día, la presiones sociales, los grupos de amigos, y estar realmente con la gente con la que uno puede ser uno mismo. Sentada en la sala de mi casa con mi esposo, con la calefacción en máximo mientras la nieve cae en este eterno invierno; o sentada en la sala de mi casa en Barranquilla con el aire al máximo porque los 35ºC ni por la noche se cansan de calentar; o sentados en la sala del jardín de la casa de RowZeeta, disfrutando de la brisa nocturna barranquillera, disfrutando de los buenos amigos con ideas locas que no compartimos pero entendemos.
Te invito a que hagas una fiesta privada. Aunque sea una fiesta privada de dos. Encuéntrate a ti mismo con la persona que más te gusta y dense una noche de libertad. Y vino. Y queso.
No me refiero al tipo de fiestas en las que tienes que ser amiga o hija de alguien para poder entrar - me refiero al tipo de fiestas que se crean, sin previo aviso, en la sala de tu casa. A veces hay licor, a veces no hay - fue una fiesta de repente, no hubo tiempo de planear. A veces a comida, a veces no - no se pensó nada previamente, no hubo tiempo de organizar. A veces hay plan, a veces no - nadie sabía de nada, no hubo tiempo de arreglar.
Las mejores fiestas privadas a las que he asistido son en la casa de mi mamá. Mi mamá es la mejor organizadora de fiestas privadas: en su casa (¿mi casa?) siempre hay de todo de tomar - claro que de eso hay que darle el crédito a mi papá, quien no concibe que alguien pida algo que no hay. ¿Quieres whiskey? Hay dos tipos. ¿Quieres vodka? Si no se lo ha tomado mi hermana, hay. ¿Quieres vino? ¿Cabernet, Blanco, Carmenere, Pinot? ¿Quieres ron? ¿De qué país y de qué año? ¿Quieres algo raro? Hay licor de café, hecho en casa con café orgánico de la Sierra Nevada de Santa Marta. ¿Quieres cerveza? Fijo hay nacional y Heineken - que es la que (según mi papá) le gusta a mi tía. Casi que, como dicen los cachacos, usté pida mijo que se le tiene.
Y las fiestas privadas que ofrece mi mamá son además geniales, porque (aunque no hayan sido planeadas) en mi casa siempre hay algo. Hay galleticas de soda, hay anchoas, hay atún, hay aceitunas, hay queso(s) (costeño, de ese de puro ganao, y fijo manchego y gouda), hay proscuitto... Siempre hay algo. Siempre hay platos y vasos y copas limpias, y eso que en mi casa en Barranquilla no hay lavadora automática de platos (por cierto, ¿cómo sobrevive en un ser humano sin máquina lavadora de platos?).
Mi esposo ha adoptado esa tradición Chegwinista a nuestra pequeña familia. Nos encontramos con frecuencia - como ahora, viernes por la noche mientras escribo esto - haciendo una fiesta privada: yo tomando piña colada, él tomando cerveza alemana (qué otra cerveza se toma en Alemania...), y con maní y crispetas.
Extraño las fiestas privadas con excusa de "club de lectura" que tenía con Bobby y RowZeeta, en la que supuestamente hablábamos de literatura (Cthulhu) y tomábamos vino y vino y más vino. Quién ha dicho que las uvas pasan no estimulan la conversación...
Pero es que más que eso - más que tomar y comer - la idea de las fiestas privadas es pasar tiempo juntos. Es el momento de dejar de lado el estrés del día, la presiones sociales, los grupos de amigos, y estar realmente con la gente con la que uno puede ser uno mismo. Sentada en la sala de mi casa con mi esposo, con la calefacción en máximo mientras la nieve cae en este eterno invierno; o sentada en la sala de mi casa en Barranquilla con el aire al máximo porque los 35ºC ni por la noche se cansan de calentar; o sentados en la sala del jardín de la casa de RowZeeta, disfrutando de la brisa nocturna barranquillera, disfrutando de los buenos amigos con ideas locas que no compartimos pero entendemos.
Te invito a que hagas una fiesta privada. Aunque sea una fiesta privada de dos. Encuéntrate a ti mismo con la persona que más te gusta y dense una noche de libertad. Y vino. Y queso.
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