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de cómo nos conocimos (o, la infame historia del Bar Swinger)

Podría (debería) ser un tanto melodramática y describir la fría noche de otoño en que el universo conspiró a nuestro favor (y en contra de otros). Pero vamos, es Cajicá -- siempre hace frío. Y vamos, es Colombia -- realmente no hay temporadas. Entonces no, no. Dejemos la poesía de lado porque mucho tuvo esa noche, pero nada fue romance, nada fue amoroso, nada fue poético. A menos que la lujuria y lo carnal sean poético hoy en día.

Yo salí con mi prima, él con su mejor amigo. Yo quería una noche de tragos y amigas, él (como buen gavilán pollero) iba en busca de pollitas. Yo ni me di cuenta de su llegada, él vio una mini falda y botas altas de cuero.

Pero no nos adelantemos a los hechos. Esta historia es como la del Titanic, porque todos sabemos que el barco se hunde (OMG, spoiler alert!), pero nadie sabe cómo pasa eso. Y como toda historia, es una historia de amor. Todas las historias son historias de amor.

Una noche de septiembre hace 6 años, mi prima me comentó que un amigo suizo estaba abriendo un bar Swinger. Las dos nos reímos, no porque en Colombia no haya mercado para eso (porque sí que lo hay), sino porque su gran localización fue Cajicá. Cajicá es un pueblito lindo, chiquitico, con una rica historia -- como todo en Cundinamarca, manchado de sangre por los españoles, pero bueno. La gente vive en Cajicá, pero no sale de rumba en Cajicá. La gente sale de rumba a Bogotá. De pronto a Chía, pero sólo a Andrés Carne de Res. El punto es que abrir lo que sea --swinger o no-- en Cajicá es una inversión perdida. Este suizo abrió su bar y --vaya sorpresa-- quebró. Llamó el suizo a mi prima a decirle que estaba abriendo el bar como bar normal -- como bar donde la gente va a tomar y conversar y bailar, y no a intercambiar parejas y hacer fechorías sexuales de las que nadie quiere enterarse. Y nos invitó. Bueno, nos convidó, porque pagamos nuestra cuenta. Y fue bien cara.

El lugar estaba escondido en el medio de la nada, pero bien decorado, con un ambiente dizque-europeo, interesante. Con una buena carta de cocteles, que es lo que me gusta a mi. Música variada -- un poquito de House para los europeos (o sea, él) y un poquito de tropical para los colombianos (o sea, todo el resto).  Luego cinco, o seis, o quizá hasta siete cocteles, ya con los ojitos entre-cerrados y esa sonrisa que lo dice todo, mi prima dijo que era hora de irnos. Fuimos a pagar la cuenta, y nos dice --bueno, me dice-- el joven cajero, que hay dos jóvenes que me invitan a que no me vaya. Mi prima dijo que iba un momento al baño y que yo debería ir a ver qué era la cosa. Así lo hicimos.

Mis botas altas de cuero negro me llevaron justo hasta donde estaban los dos y dije, en mi tono más superior y arrogante, "Ajá, ¿qué es lo que quieren?" Claro, es que así una levanta lo que sea, ¿no es cierto?

Uno me miró y me dijo, "Nada, si quiere váyase." Así, de usted me habló y todo. Es que así uno levante lo que sea, ¿no es cierto? E otro dijo, "Ven, siéntate, charlemos." Me senté entre los dos. El primero, el antipático, estaba pegado a su celular y a su cerveza. El segundo, el Don Juan de paso, me estaba endulzando el oído con su hoja de vida y su interés en la mía. De verdad un acto muy bien montado. Sólo que el idiota antipático atinaba a meterse en nuestra conversación y nos dañaba el mojo a ambos. Mientras yo hablaba de Tailandia y de cómo estaba contenta de haber regresado a Colombia para sentar raíces, el antipático se metió a decir, "Uy, no, a usté qué le pasa, si la vida es larga y hay mucho por recorrer y mucho por descubrir." Como si yo ya no hubiera recorrido y descubierto lo suficiente. Mientras el Don Juan me decía que le encantaría ser mi alumno de inglés y cocinarme delicias de todos los rincones del mundo, el antipático se metió a decir, "Qué vaina tan aburrida uno estar ahí sentado comiendo y repitiendo Jaló mai neim iz... Mejor ven, vamos a bailar."

Y me jaló. Me jaló el muy descarado, no me dio ni tiempo de decirle que él que se creía, que me dejara tranquila, que yo estaba conversando--

Nada. Me llevó a una pista de baila vacía, y pidió salsa. Yo me asusté. Me asusté porque nunca he sido buena bailadora, pero para evitar mi pena, le dije otra verdad: "Llevo 5 años fuera del país, de pronto no bailo muy bien." A lo que el muy arrogante (papeles invertidos) respondió, "Mi mamá es caleña. Yo puedo bailar lo que sea, y hacer que quien sea baile lo que sea."

Y no dijo mentiras -- por lo que, por definición, no fue arrogante. ¿Cierto? Bailé como nunca había bailado en mi vida, volando al compás de yo-no-sé-qué-canción, dejándome llevar por él y por la delicia del momento.

Apareció mi prima. El pseudo-caleño me pidió mi número. Se lo di. Se lo di porque no encontré una excusa para no hacerlo, y porque estaba segura que nunca más me llamaría. Después de todo, ¿quién conoce al amor de su vida en un bar? Al llegar a casa esa noche, un mensaje de texto. Algo así como que le gustó mucho conocerme y que le gustaría que nos volviéramos a ver. Y mi respuesta, algo similar. Similar en lo decente, y similar en lo vago. El fin de semana siguiente volví al bar con la esperanza de encontrarlo, pero no fue. Y para mi, ese fue el fin de la "relación."

Luego de unas semanas (lo recuerdo perfecto -- estaba en casa de mi tía lavándome los dientes, y así, con pasta y espuma en la boca, contesté), una llamada. "Hola Nata," y ahí de una lo corté. "No, por favor, lo que sea menos Nata. Natalya, mejor Natalya, completo." Uy, claro, él quedó matado con mi asertividad. Ja ja. Me invitó a vernos, pero no podía ese día. Le dije que mejor al día siguiente, pero él no podía. Me dijo que mejor otro día, pero yo no podía. Bueno, dijimos los dos, así lo dejamos.

Unas semanas después, otra llamada. Descubrimos que ambos trabajábamos muy cerca, así que nos citamos una noche en Crepes & Waffles para un café, o lo que sea. Yo llegué un par de minutos tarde (o, ¿fue acaso que él llegó temprano?) y temía no reconocerlo. Después de todo, ya había pasado un mes desde que nos conocimos -- y realmente no nos habíamos conocido, sólo habíamos bailado. Yo sabía que se llamaba Gustavo, que tenía un apellido extranjero todo raro, y sabía su número. Él sabía lo mismo de mi. Pero cuando lo vi a lo lejos, sentado, esperándome, cuando vi esa sonrisa y esos ojos, lo reconocí de una vez. Esa noche hablamos, fue interesante. Toda la película que uno se forma para gustarle al otro -- o al menos toda la película que yo forme. Ja. Hacía buen clima en Bogotá, así que me acompañó hasta mi casa (me estaba quedando en casa de mi tía) caminando. Fue muy agradable, muy romántico. Al día siguiente me llamó, luego lo llamé yo a él, luego él a mi... y de repente, en mi puesto en la oficina, una caja hermosa llena de rosas rojas -- y una nota que decía, "Para Natalya de un Amigo. Gustavo Hergett." (ahí fue cuando conocí su apellido)

Descubrimos que tomábamos el mismo bus para llegar al trabajo, los mismos días a las mismas horas. Decidimos entonces encontrarnos todas las mañanas y todas las tardes. A veces comíamos algo; los viernes tomábamos algo. Los sábados encontrábamos excusas para vernos. Incluso los domingos, siendo que para los dos la dormida del domingo es sagrada.

La dormida del domingo sigue siendo sagrada. Eso no ha cambiado. Pero ya no tratamos de impresionarnos el uno al otro. Todavía me regala rosas, todavía me hace sentir en las nubes cuando bailamos, todavía siento maripositas en el estómago cuando lo veo a lo lejos, sentado, esperándome, con esa sonrisa y esos ojos.

Así nos conocimos -- sí, My Friend, sí fue en un bar swinger. Pero no fue haciendo nada que mi mamá no pueda (o deba) saber. Quizá no fue poético, quizá no fue dulce y romántico. Realmente fue un poco crudo y carnal. Pero fue muy de la vida real. Y sí sonó música y sí me sentí en las nubes. Y hoy, con un anillo en mi dedo anular, estoy ansiosa por oír la música y sentirme en las nubes todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe.

Comentarios

  1. Vaya que bueno historia, lo mejor de todo es que el "antipatico" gana siempre. Por eso la conclusión erronea de muchos hombres es "a la mujeres les gusta que las maltraten, siempre se van con el guache" cuando la realidad es que siempre escogen al "chico malo" por su charm y seguridad en si mismo y sobre todo porque no muestra el hambre...porque el que lo hace nunca come

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    1. Y fíjate cómo resultó la cosa al final: el antipático terminó siendo un caballero de lo más romántico, y el ique-Don-Juan resultó siendo... pues... todo lo contrario. Ja ja. Basta con decir que yo estoy satisfecha, más que satisfecha, con mi elección. <3

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  2. ¿Todavía siguen juntos?

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    1. Acabamos de celebrar dos años de aniversario, Anónimo. Y estamos esperando el primer hijo. Así que sí, sí seguimos juntos. :-) Quién hubiera creído que iba a conocer al hombre de mi vida en un bar...

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