Ir al contenido principal

Me declaro culpable

Me declaro culpable. Soy lo peor.

El pasado 14 de febrero fue el día de San Valentín, el día internacional de los enamorados. Yo no le paro bolas a esas cosas desde que el 14 de febrero de 2003 el entonces presidente de EE.UU. me dañó la cita perfecta al decidir mandar a mi entonces novio a pelear en la guerra contra Irak/Afganistán/El-Que-Fuera. Me quedé con los crespos hechos - sí, me había hecho unos crespos particularmente lindos ese día, y fue para nada, porque ni despedirse pudo. Escasamente tuvo tiempo de una llamada. Y desde ese día, no hago nada especial el 14 de febrero.

Con Honey menos, porque con él tengo suerte de que recuerde nuestro aniversario, porque es el mismo día de su cumpleaños. Y él se salva porque como ese es su día, entonces no tiene que preocuparse por mi ni por regalo ni por nada. Escasamente un "feliz aniversario" un par de veces durante el día es suficiente para mi. Yo le recuerdo mi cumpleaños, porque sino no se acuerda (y eso que su mejor amigo cumple un día antes que yo - de eso tampoco se acuerda); yo le recuerdo navidad y los cumpleaños de su familia y cualquier otra fecha especial. Porque yo soy así y él es así y así funcionamos los dos y el mundo sigue girando y todo está bien.

Y ahora, con este cuento del matrimonio y el viaje a Colombia todo eso, estamos tratando de verdad de ahorrar cada centavo que podamos. Con más razón entonces no le paré bolas a ese tonto cuento del día de San Valentín, día que ha comercializado el amor, porque si no regalas rosas, chocolates y una linda tarjeta, entonces no amas a tu pareja y eres lo peor del mundo y todo lo malo. Un tal por cual que no se preocupa, que no invierte en la relación, que no le importa el futuro juntos. Y nosotros, por evitar esa bobada, no le paramos bolas a esa fecha.

Es más, el 14 de febrero estaba con un amigo nuestro, cuya novia le terminó y el tipo está todo deprimido y triste y todo malo, y dijo, "Mira qué día es, y yo sin nadie que me regale chocolates." Y yo dije, "No te quejes, que yo tengo quien me lo regale, pero él no tiene ni idea que debe hacerlo." Porque, como he reiterado al punto de redundar, Honey y yo no somos así.

Todo eso, para llegar a la casa y encontrarme con Honey... y rosas rojas.


Me declaro culpable. Soy la peor novia del mundo. No sólo NO le compré nada a Honey, sino que hablé mal de él, diciendo que él es el típico hombre que no le para bolas a las cosas. Y mira. Mira mi sorpresa.

Me voy a casar con el mejor hombre del mundo.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

de cómo nos conocimos (o, la infame historia del Bar Swinger)

Podría (debería) ser un tanto melodramática y describir la fría noche de otoño en que el universo conspiró a nuestro favor (y en contra de otros). Pero vamos, es Cajicá -- siempre hace frío. Y vamos, es Colombia -- realmente no hay temporadas. Entonces no, no. Dejemos la poesía de lado porque mucho tuvo esa noche, pero nada fue romance, nada fue amoroso, nada fue poético. A menos que la lujuria y lo carnal sean poético hoy en día. Yo salí con mi prima, él con su mejor amigo. Yo quería una noche de tragos y amigas, él (como buen gavilán pollero) iba en busca de pollitas. Yo ni me di cuenta de su llegada, él vio una mini falda y botas altas de cuero. Pero no nos adelantemos a los hechos. Esta historia es como la del Titanic, porque todos sabemos que el barco se hunde ( OMG, spoiler alert! ), pero nadie sabe cómo pasa eso. Y como toda historia, es una historia de amor. Todas las historias son historias de amor. Una noche de septiembre hace 6 años, mi prima me comentó que un amigo su

Stitch me ama

Estuvimos en Eurodisney en París la semana pasada. Fue una aventura impresionante - para mi, volver a vivir la emoción de Disney después de 14 años de no vivirla. Para Honey, descubrir a Mickey por primera vez. Si bien tuvimos una reunión privada con Mickey, con Buzz Lightyear y con Jack y Sally, tuvimos una experiencia increíble con Stitch. Resulta que Stitch se escapó de la estación espacial, robándose la nave de Capitán. Pero nosotros (Honey y yo, junto con Joaquín, el ayudante de la estación en la tierra donde podíamos comunicarnos con Stitch, y los otros tripulantes) logramos establecer comunicación satelital con Stitch. Y como la tecnología de hoy en día es maravillosa, no sólo teníamos audio, sino que podíamos vernos: nosotros a Stitch, y Stitch a nosotros. Más o menos así se veía: Stitch estaba sorprendido de ver a tanta gente en la estación, y pidió que se les presentara. Habló con un niño de Inglaterra, con una niña de Rusia, y con otra niña también de Inglater

"Brida"

Hace un par de días terminé de leerme el primer regalo que me dejó Fede, "Brida", de Paulo Coelho. Tengo que decir de frente que no soy fan de Coelho, y que definitivamente no soy fan del tema tratado en su novela--que realmente no era una novela, era más bien una corta y aburridamente redactada biografía de Brida O'Fern, una bruja irlandesa. Bueno, una hechicera irlandesa. En la edición que leí habían 258 páginas, lo que me trajo a un tiempo de lectura de 3 días. Estoy contenta de saber que no he perdido mi habilidad de lectura rápida. Si yo fuera una hechicera, creo que ese sería mi Don. Hay gente con el Don de ver espíritus, hay otros con el Don de leer la mente... "Natalya, ¿cuál es tu Don?" Ajem--diría, poniendo la frente en alto, muy orgullosa de mi Don: "Mi Don es la lectura rápida". Ja. Volviendo a Brida--en general no me gustan las biografías, ni mucho menos las que son tan cortas. Claro que el "Relato de un Náufrago" de Gabriel Ga