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London, baby!

Como profesora de inglés de la facultad de Administración y Servicios Públicos de la Universidad de Ciencias Aplicadas del estado de Schleswig-Holstein (que importante suena, ¿ah?), me correspondió viajar con mis 27 alumnos a Londres para cumplir con el requisito de módulo de competencias interculturales. (De nuevo, suena ful importante, ¿cierto?)

Este módulo es especial, porque es mitad viaje de paseo rico, y mitad viaje de estudio. Como profesora, chaperona y guía, a mi me corresponde andar por Londres correteando a mis 27 pollitos... Les digo pollitos porque cuando mencioné que estaba con mis "niños" algunos se molestaron. "Pollitos" es suficientemente estándar para no insultar a nadie. Al menos se ríen. 

El primer día, como todo primer día en cualquier plan a una ciudad extranjera, fue un desastre. Los pollitos no se pusieron de acuerdo y terminaron unos en un tren y otros en otro, y dos horas después de la hora de encuentro pactada nos encontramos --por PURA casualidad-- en otra parte. Entonces empezó la discusión sobre si comprar una OysterCard o un tiquete para la semana, o tiquetes individuales, o tiquetes de grupo diarios... La mitad compró algo diferente a la otra mitad. Por fin llegamos a nuestro hostal y entonces empezó la quejadera de mis pollitos: que por qué me tocó a mi esta habitación, que yo quería la otra, que por qué él quedó ahí... Ay pollitos. Como siempre son las cosas, los que se quejaron fueron los que no hicieron NADA para ayudar a planear este viaje. Hay ciertas cosas que son universales. Ya habiéndolos acomodado a todos en su habitación (una canceló su reserva y se fue a un hotel de verdad), me fui a mi habitación. Como profesora, me correspondió una a mi sola. Y menos mal, porque hasta yo que mido metro-y-medio me siento como una sardina enlatada. 


Hay un camarote (yo duermo en la parte de abajo), una mesita de noche que más incomoda de lo que ayuda, un lavamanos (que con sólo prenderlo ya salpica agua al piso), la puerta, una mini-calefaccioncita... Y ya. No entiendo como pretenden meter a dos personas en ese pedacito de cuarto. Pero, por otro lado, no sé por qué esperaba algo diferente por £12 por noche...

Habiendo dado la tarde libre, aproveché para sentarme en el lobby y conocer a las 700 otras personas que se hospedan en el hostal con nosotros. Sí. Setecientas. No se me fue un cero de más. Sólo en en lobby hay internet, de modo que casi todos los 700 estamos aquí ahora mismo. Hay muchos idiomas-- algunos los reconozco, algunos nunca los he escuchado en mi vida. Muchos acentos diferentes en inglés, algunos buenos, algunos malos. Tengo sentada al lado a una mexicanita que habla como típica niña rica de novela, y al lado de ella un guatemalteco (lo sé porque lo dijo, no porque lo reconocí) que le está diciendo dónde ir para conocer Londres. Uno de los jóvenes que trabaja en el mostrador es de España, pero su inglés británico engaña. El otro joven es como de... Anda, no sé. ¿Irlanda? ¿Escocia? ¿Salido del mundo de Mary Poppins? No sé, pero su inglés es irreconocible. Necesito que me hable con subtítulos. Los hindúes hablan muy particular, y el cantado de los negros me fascina. 

La ciudad está hecha para idiotas, y eso me encanta. 


El concepto de globalización está muy claro en este país. Ellos tienen sus reglas (particulares y erradas, pero whatever), pero son conscientes de que el resto del mundo no necesariamente está familiarizado con ellas. Entonces en todas las calles hay letreros que te dicen hacia dónde mirar para evitar ser atropellado. Esto le ahorra problema tanto a conductores como a peatones -- me encanta. 

En general la gente es amable. No sé por qué esperaba algo diferente. Gentiles, decentes, como si les gustara su trabajo. El señor de la papelería estaba contento, el del correo estaba contento, el del metro, el del tren... Me gusta la gente contenta. Casi casi me siento en Barranquilla. Además hoy ha estado soleado, entonces si ignoro el frío casi casi que me siento en mi casa. 

Estuve en Londres hace 15 años. Entonces, yo era uno de 82 pollitos que alguien más cuidaba. Mi recuerdo de Londres es gris, frío y lluvioso. Menos mal que me di la oportunidad de crear un recuerdo nuevo. 

Junto con mi mamá estoy haciendo una lista de las ciudades a las que hay que volver en el mundo. Yo insisto que a París no hay que volver, pero a EuroDisney sí. Y, aunque penas en el primero de seis días, ya pongo Londres como número uno en la lista. A Londres hay que volver. 

Aunque sea nada más para esto:



Comentarios

  1. Acepto la invitación...para algunos hay que "volver", para otros nos toca "ir". Bueno, ya Londres es un destino. Siempre había sido Colchester (si, no Manchester, tranquilos...), pero ahora en la vía a Colchester haré una escala en Londres. Thanks for the advise young lady.

    PD: Me encantó lo de entender a alguien en la recepción con subtítulos. Imagínate, si eso te pasa a ti, yo me limitaré a decir, yea yea...

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