Antes de venir a Europa, me puse a dieta. A dieta de verdad verdad. Con nutricionista, con pastillas, con gimnasio diario y 1 kilómetro nadado adicional, con médico deportólogo, con los balines homeopáticos en la oreja, y con ac-ti-tud. Adicional a eso le añadí visitas a ginecólogo, dermatólogo y médico general para asegurarme que todo saliera bien. Bajé de peso. Bajé fuuuul de peso. No llegué hasta donde yo quería llegar (yo me seguía viendo mondonguitos al ponerme bikini en el vestier de un almacén - ¡por eso no compré el bikini que estaba on sale a 12 Euros!), pero me veía muy linda. Me tocó cogerle a la ropa para que me quedara ajustada bonita, logré comprar ropa una talla más chiquita de lo que generalmente compraba... en general, de verdad fue el sueño vuelto realidad de todas las mujeres del mundo (porque todas nos sentimos gordas). Pero - - y es que siempre hay un pero - - yo no estaba contenta. Bueno, eso es una mentira. ¡Claro que estaba contenta! Si es que no hay na
a veces, por mucho que intentemos, es imposible sacarnos la realidad de la cabeza...