Una de las frases más profundas y hermosas que he escuchado en mi vida viene de una película (creo que es El Último Samurai), cuando el jefe o algo así le pregunta al súbdito cómo "el héroe" murió. Éste responde, "No te diré cómo murió, te diré cómo vivió."
Eso es importante. De nada sirve saber cómo alguien murió; eso sólo llena nuestra curiosidad morbosa. Claro que yo soy así (todos somos así). Todos queremos saber qué pasó, dónde, cuándo, y de ser posible, por qué.
Pero yo no me voy a enfocar en cómo murió uno de mis más importantes mentores barranquilleros. Me voy a enfocar en contarte cómo vivió, para que todos podamos aprender de él. Aunque sea de manera póstuma.
Luis Alberto Gómez Araújo era un conciliador. Y no lo digo por eso de que "no hay muerto malo." Lo digo porque de verdad era un conciliador. Era considerado un experto en temas de conciliación legal. Siendo abogado habría podido lograr fortunas divorciando y dividiendo, pero no lo hizo así. Buscaba la conciliación, buscaba el perdón, buscaba algo mejor para ambas partes.
Yo tuve el privilegio de haber sido su "alumna" - y uso el término aunque nunca fui su pupila ni asistente. El leía mis correos y mis mensajes y mis blogs, y me daba su punto de vista, sus opiniones, sus ideas. Debatíamos, hablábamos de filosofía, discutíamos interpretaciones diferentes de libros que habíamos leído.
No, no aprendí nada de derecho. Conocí nuevos filósofos, descubrí nuevos approaches que nunca antes había contemplado. Pero más importante que eso, aprendí gentileza. Era un importantísimo abogado, profesor, hombre de familia - y sin embargo siempre, siempre encontró un momento para escribirme, para decirme que había leído lo que sea que yo hubiera escrito y darme su opinión.
Aprendí generosidad, porque no tenía ninguna razón para seguir "gastando" tiempo conmigo, ninguna razón salvo que en mi encontró un interlocutor válido. Gastaba su tiempo conmigo porque me estaba educando.
Dr. Gómez, yo aprendí la lección. Gracias.
Por supuesto el mundo pierde a un gran hombre - pero tan gran hombre fue, que su legado vive a pesar de que él ya no esté. Y es que ese es el sentido de la vida, ¿no? Vivirla de tal manera que al momento de morir, la persona siga viva en el resto de nosotros. Claro que estoy triste, claro que me hace falta. Falta virtual. Ya sé por qué no me ha contestado el último correo que le mandé... Pero estoy contenta por el honor que tuve, el honor de haber sido parte de su vida virtual.
No, no importa cómo murió. Importa cómo vivió. Y qué semejante vida.
Eso es importante. De nada sirve saber cómo alguien murió; eso sólo llena nuestra curiosidad morbosa. Claro que yo soy así (todos somos así). Todos queremos saber qué pasó, dónde, cuándo, y de ser posible, por qué.
Pero yo no me voy a enfocar en cómo murió uno de mis más importantes mentores barranquilleros. Me voy a enfocar en contarte cómo vivió, para que todos podamos aprender de él. Aunque sea de manera póstuma.
Luis Alberto Gómez Araújo era un conciliador. Y no lo digo por eso de que "no hay muerto malo." Lo digo porque de verdad era un conciliador. Era considerado un experto en temas de conciliación legal. Siendo abogado habría podido lograr fortunas divorciando y dividiendo, pero no lo hizo así. Buscaba la conciliación, buscaba el perdón, buscaba algo mejor para ambas partes.
Yo tuve el privilegio de haber sido su "alumna" - y uso el término aunque nunca fui su pupila ni asistente. El leía mis correos y mis mensajes y mis blogs, y me daba su punto de vista, sus opiniones, sus ideas. Debatíamos, hablábamos de filosofía, discutíamos interpretaciones diferentes de libros que habíamos leído.
No, no aprendí nada de derecho. Conocí nuevos filósofos, descubrí nuevos approaches que nunca antes había contemplado. Pero más importante que eso, aprendí gentileza. Era un importantísimo abogado, profesor, hombre de familia - y sin embargo siempre, siempre encontró un momento para escribirme, para decirme que había leído lo que sea que yo hubiera escrito y darme su opinión.
Aprendí generosidad, porque no tenía ninguna razón para seguir "gastando" tiempo conmigo, ninguna razón salvo que en mi encontró un interlocutor válido. Gastaba su tiempo conmigo porque me estaba educando.
Dr. Gómez, yo aprendí la lección. Gracias.
Por supuesto el mundo pierde a un gran hombre - pero tan gran hombre fue, que su legado vive a pesar de que él ya no esté. Y es que ese es el sentido de la vida, ¿no? Vivirla de tal manera que al momento de morir, la persona siga viva en el resto de nosotros. Claro que estoy triste, claro que me hace falta. Falta virtual. Ya sé por qué no me ha contestado el último correo que le mandé... Pero estoy contenta por el honor que tuve, el honor de haber sido parte de su vida virtual.
No, no importa cómo murió. Importa cómo vivió. Y qué semejante vida.
Natalya: Todavía hoy en mi la tristeza está mezclada con sorpresa, "no lo puedo creer, insisto en que no puede ser cierto, tiene que haber un error". Tu escrito de hoy de alguna forma me da tranquilidad, si, eso es, tranquilidad, yo seguía esperando (hasta hace un momento que leí tu blog), seguía esperando el "cómo fue, por qué, etc.", pero ahora estoy igual que tu haciendo el inventario de todo lo que me dejó, lo que compartió, lo que me dijo... y si, tienes razón, la esencia es como vivió, solo por eso me tranquiliza sentir que sigue vivo... Acompaño a su familia en su vacío, soy parte de un gran grupo que también comparte ese vacío. Lo siento por su familia, lo siento por su grupo de los doce, lo siento por los Rotarios, los siento por el PEP Caribe, lo siento por ti y lo siento por mi.
ResponderBorrarQué lindo mensaje. Yo lo siento igual. Lo siento por todos nosotros.
ResponderBorrar