Tan mala soy en este cuento de matas que ni sé cómo se le dice a una persona que tiene un don para con ellas. En inglés (y alemán, francés y holandés) es igual: de la persona que trata bien a las matas, se dice que tiene un dedo verde (quizá un pulgar verde o toda la mano verde - no todos especifican).
Yo no sé de matas - y si bien no estoy orgullosa de eso, tampoco me da pena aceptarlo. Sé exactamente donde van todas las tildes. Ahí está. Así compenso me falta de conocimiento vegetal.
Pero es que es grave la cosa. Partamos desde lo más básico. Ayer hice ajiaco, y encontré lo que estaba segura, segurísima, eran guascas. Y se las eché a mi ajiaco - que era más bien una rica sopita de papa, con pollo, mazorca y ... laurel. Porque no eran guascas: era laurel. Lo que pasa es que yo nunca he visto una guasca en mi vida - a decir verdad, ahora que lo pienso, tampoco (hasta ayer) había visto un laurel. No en vivo y en directo al menos. Y tampoco me tomé el tiempo de buscar Lorbeerblätter en el traductor de Google para saber que no, eso no es guasca. (Haz clic aquí para hacer lo que yo he debido hacer ayer.)
Me excuso a mi misma porque nunca he sido fan de la cocina - es difícil seguir una receta cuando me piden verduras, porque nunca sé cuál es cuál. Es embarazoso, pero cuando llego a la sección de carnes me reivindico conmigo misa. Y mientras mastico mi vaca se me olvida que no sé cuál es el zuccini y cuál es el pepino. Se parecen, ¿cierto?
Claro que ahora que soy una mujer casada, tengo que ver qué rayos hago para que me crezca ese dedo verde, porque a Honey le gustan las matas. Y el fin de semana pasado fue el día de hacer de nuestro apartamento un invernadero - casi. Hay verduras en la nevera (¡lechuga!) y matas en la casa.
Tengo un cactus en mi escritorio. Es excelente porque es inmortal (pero es de verdad, no de plástico) y porque absorbe las energías negativas. Yo no tengo ni la menor idea de si eso es cierto o no - me lo habrá dicho alguna vez algún médico bioenergético y yo como que me comí el cuento, porque ahí está mi cactus, mirándome, y las energías negativas están afuera esperando a que mi cactus inmortal se muera. ¡Ja!
Tenemos una sábila, cortesía de nuestra amiga venezolana en Kiel. Fue nuestro regalo de matrimonio. Lleva 3 meses con nosotros y no la he matado. Eso habla bien de mi.
Cuando Honey se mudó a su apartamento (antes de que yo llegara a Alemania) en junio de 2010, compró una matita, de lo más linda. Era... eehhh... verde. Ni yo durante dos años pude matarla, así que esa sí es inmortal de verdad verdad. Y cuando la sacamos de la poterita para echarle tierra fresca, nos encontramos con esto:
No son gusanos, que fue lo que yo pensé al principio. Son las raíces de la mata, las raíces de la mata que decidió mirarme a los ojos y decirme, No, Natalya, no, no me voy a dejar matar. Y wow - la vida encuentra una forma. La vida siempre encuentra una forma. De modo que la metimos en una potera más grande. Pero de ella logramos sacar tres bebés: nuestras trillizas. Mis trillizas.
Honey me pide que les hable - a mi me da como pena. No sé qué decirles. No las quiero estresar con los problemas de la rutina diaria. Quiero que crezcan tranquilas. Las miro, les canto que en las mañanas Kiel se despierta y vamos a tener un gran díaaaaaaa. Y les canto que juntos iremos al calor del sol, sonriéndole siempre a la vidaaaaaaa. Y les canto que se queden con nosotros y griten, ¡VOY A TENER UN GRAN DÍA HOY!
Y en ese momento Honey me pregunta que a quién le estoy gritando...
No sé. No sé qué hacer. Les echo agua todos los días (poquita para que no se ahoguen). Me aseguro de que la tierra esté bien puesta. Les sonrío.
Y en ese momento me hace falta mi abuela. Porque ella sí que tenía el dedo verde.
Yo no sé de matas - y si bien no estoy orgullosa de eso, tampoco me da pena aceptarlo. Sé exactamente donde van todas las tildes. Ahí está. Así compenso me falta de conocimiento vegetal.
Pero es que es grave la cosa. Partamos desde lo más básico. Ayer hice ajiaco, y encontré lo que estaba segura, segurísima, eran guascas. Y se las eché a mi ajiaco - que era más bien una rica sopita de papa, con pollo, mazorca y ... laurel. Porque no eran guascas: era laurel. Lo que pasa es que yo nunca he visto una guasca en mi vida - a decir verdad, ahora que lo pienso, tampoco (hasta ayer) había visto un laurel. No en vivo y en directo al menos. Y tampoco me tomé el tiempo de buscar Lorbeerblätter en el traductor de Google para saber que no, eso no es guasca. (Haz clic aquí para hacer lo que yo he debido hacer ayer.)
Me excuso a mi misma porque nunca he sido fan de la cocina - es difícil seguir una receta cuando me piden verduras, porque nunca sé cuál es cuál. Es embarazoso, pero cuando llego a la sección de carnes me reivindico conmigo misa. Y mientras mastico mi vaca se me olvida que no sé cuál es el zuccini y cuál es el pepino. Se parecen, ¿cierto?
Claro que ahora que soy una mujer casada, tengo que ver qué rayos hago para que me crezca ese dedo verde, porque a Honey le gustan las matas. Y el fin de semana pasado fue el día de hacer de nuestro apartamento un invernadero - casi. Hay verduras en la nevera (¡lechuga!) y matas en la casa.
Tengo un cactus en mi escritorio. Es excelente porque es inmortal (pero es de verdad, no de plástico) y porque absorbe las energías negativas. Yo no tengo ni la menor idea de si eso es cierto o no - me lo habrá dicho alguna vez algún médico bioenergético y yo como que me comí el cuento, porque ahí está mi cactus, mirándome, y las energías negativas están afuera esperando a que mi cactus inmortal se muera. ¡Ja!
Tenemos una sábila, cortesía de nuestra amiga venezolana en Kiel. Fue nuestro regalo de matrimonio. Lleva 3 meses con nosotros y no la he matado. Eso habla bien de mi.
Cuando Honey se mudó a su apartamento (antes de que yo llegara a Alemania) en junio de 2010, compró una matita, de lo más linda. Era... eehhh... verde. Ni yo durante dos años pude matarla, así que esa sí es inmortal de verdad verdad. Y cuando la sacamos de la poterita para echarle tierra fresca, nos encontramos con esto:
No son gusanos, que fue lo que yo pensé al principio. Son las raíces de la mata, las raíces de la mata que decidió mirarme a los ojos y decirme, No, Natalya, no, no me voy a dejar matar. Y wow - la vida encuentra una forma. La vida siempre encuentra una forma. De modo que la metimos en una potera más grande. Pero de ella logramos sacar tres bebés: nuestras trillizas. Mis trillizas.
Honey me pide que les hable - a mi me da como pena. No sé qué decirles. No las quiero estresar con los problemas de la rutina diaria. Quiero que crezcan tranquilas. Las miro, les canto que en las mañanas Kiel se despierta y vamos a tener un gran díaaaaaaa. Y les canto que juntos iremos al calor del sol, sonriéndole siempre a la vidaaaaaaa. Y les canto que se queden con nosotros y griten, ¡VOY A TENER UN GRAN DÍA HOY!
Y en ese momento Honey me pregunta que a quién le estoy gritando...
No sé. No sé qué hacer. Les echo agua todos los días (poquita para que no se ahoguen). Me aseguro de que la tierra esté bien puesta. Les sonrío.
Y en ese momento me hace falta mi abuela. Porque ella sí que tenía el dedo verde.
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