Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de enero, 2012

La Dieta del Amooor

Antes de venir a Europa, me puse a dieta. A dieta de verdad verdad. Con nutricionista, con pastillas, con gimnasio diario y 1 kilómetro nadado adicional, con médico deportólogo, con los balines homeopáticos en la oreja, y con ac-ti-tud. Adicional a eso le añadí visitas a ginecólogo, dermatólogo y médico general para asegurarme que todo saliera bien. Bajé de peso. Bajé fuuuul  de peso. No llegué hasta donde yo quería llegar (yo me seguía viendo mondonguitos al ponerme bikini en el vestier de un almacén - ¡por eso no compré el bikini que estaba on sale a 12 Euros!), pero me veía muy linda. Me tocó cogerle a la ropa para que me quedara ajustada bonita, logré comprar ropa una talla más chiquita de lo que generalmente compraba... en general, de verdad fue el sueño vuelto realidad de todas las mujeres del mundo (porque todas nos sentimos gordas). Pero - - y es que siempre hay un pero - - yo no estaba contenta. Bueno, eso es una mentira. ¡Claro que estaba contenta! Si es que no hay na

Cuestionamientos

Cuestionarme me gusta tanto como lavar platos . Por eso intento que las grandes decisiones de mi vida sean las que yo quiero, de modo que cuando llegue el momento de cuestionarme, pueda sentarme relajada, darme palmaditas en la espalda, sonreir esa sonrisa de sabiduría, y saber que sí, sí tomé la decisión adecuada. No siempre funciona. En Tailandia tuve muchos momentos de cuestionamientos, pero después de 7 años (¡Tailandia fue ya hace SIETE años!) me puedo sentar tranquila a darme palmaditas en la espalda y sonreir con mi sonrisa de sabiduría porque tomé la decisión adecuada: Tailandia fue un momento crucial en mi vida, una situación que yo tenía que vivir. Y lo hice, y hoy soy mejor gracias a ello. Igual me siento con mi decisión de irme a Estados Unidos hace 11 años, o a Bogotá después de Tailandia, y más recientemente a Alemania hace casi 2 años. Claro que en todas partes hubo momentos feos - especialmente los que incluyen clínicas y agujas y sacadas de sangre y dolor lejos de

iDiota

Tuve un problema con el iPhone. Bueno, en realidad lo tengo todavía. Decidí que después de casi 3 años, ya era hora de actualizar el software del iPhone. Me asegure de hacer un back-up del sistema y de los archivos antes de hacer la actualización porque ajá, uno nunca sabe - y si bien no soy una inepta en temas tecnológicos, abiertamente reconozco que no estoy ni cerquita a quitarle el Nóbel científico a nadie. Hice el back-up, todo bien. Encontré mi versión de software, todo bien. Proseguí a hacer la actualización, todo bien. Tres horas me llevó ese proceso, pero todo bien. Al final de las tres horas, el tonto iTunes me dice que la tarjeta SIM que tengo metida en mi teléfono no es  soportada por Apple y que ajá. ¿Ajá qué? , le grito a la computadora. Ajá, que no es soportada. Y ajá, me responde la muy descarada. Bueno, pero ajá, y ¿ahora qué rayos hago? , le digo, bajándole al tonito para que no se moleste y se le de por congelarse o qué sé yo. Ajá, nada, porque ajá, n

Cuéntame cómo vivió

Una de las frases más profundas y hermosas que he escuchado en mi vida viene de una película (creo que es El Último Samurai), cuando el jefe o algo así le pregunta al súbdito cómo "el héroe" murió. Éste responde, "No te diré cómo murió, te diré cómo vivió." Eso es importante. De nada sirve saber cómo alguien murió; eso sólo llena nuestra curiosidad morbosa. Claro que yo soy así (todos somos así). Todos queremos saber qué pasó, dónde, cuándo, y de ser posible, por qué. Pero yo no me voy a enfocar en cómo murió uno de mis más importantes mentores barranquilleros. Me voy a enfocar en contarte cómo vivió, para que todos podamos aprender de él. Aunque sea de manera póstuma. Luis Alberto Gómez Araújo era un conciliador. Y no lo digo por eso de que "no hay muerto malo." Lo digo porque de verdad era un conciliador. Era considerado un experto en temas de conciliación legal. Siendo abogado habría podido lograr fortunas divorciando y dividiendo, pero no lo hizo

Las 10 cosas que he aprendido en Alemania con respecto al frío

Este es mi segundo invierno en Alemania. Chévere, porque no ha sido tan frío como el pasado. Pero barro, porque como no ha sido tan frío como el pasado, no ha habido nieve. Ha habido nevaditas ahí todas " chichis ", como dicen los cachacos. O, como dice Honey que dicen los cachacos. Pero nieve que se quede, nieve para hacer hombres de nieve y ángeles y guerras de bolsas de nieve... no. Pero, siendo que es mi segundo invierno en Alemania, he aprendido mucho. Mucho sobre cómo vivir en climas cambiantes, más específicamente. Pero confieso que no lo he aprendido sola - mucho de lo que hoy sé se lo debo a mis amigos de tierras calientes que llevan muchos años viviendo inviernos muy, muy fríos. Así que de antemano gracias a Beto Severino , Catalina Velázquez , Cris Motta y Natalia Freitas. Como todos me han dicho lo mismo de diferentes formas, los voy a plagiar pero a medias, porque les estoy dando los créditos (¡y mis más sinceros agradecimientos!) aquí. De modo que presento l