Ir al contenido principal

De cuarentenas, personalidades y temperamentos

Hoy no hay que explicarle a nadie de qué tipo de cuarentena estamos hablando, ni por qué ni para qué. Espero que cuando lea esto en el futuro lejano, pueda acordarme de pocos detalles salvo uno: sobrevivimos.

Pero bueno, el punto del cuento es que estamos en cuarentena, y esto nos ha afectado a todos de maneras distintas.

Rolf, de cinco años, y yo, podríamos estar encuarentenados fácilmente 3 meses, sin problemas. Digo esto cumpliendo hoy tres semanas de cuarentena. Necesitamos algo de comida, pero no mucha, porque comer sigue siendo aburrido (para él); necesitamos Netflix y Amazon Prime y Disney+ y los canales nacionales, porque somos couch potatoes; necesitamos piyamas limpias. 

Y ya.

Claro que nos hacen falta los amigos y la rutina de ir al trabajo y al kindergarten, pero uno se acostumbra a la nueva rutina. Yo madrugo a trabajar de 6 a 8 am, los niños madrugan a las 7 am porque su reloj biológico es nuestro karma. Honey se va a trabajar a las 8 am (ese es otro cuento). De 8 a 12 desayunamos y jugamos y comemos snacks en picnic en la sala o en el Wintergarten. A las 12 Christoph (de casi 2 años) se toma su siesta y yo trabajo de nuevo de 12 a 2. A las 2 almorzamos, y otra vez jugamos y comemos snacks en alguna parte de la casa. A las 7 de la noche llega Honey y los lleva a dormir, mientras yo termino de trabajar de 7 a 9 pm. A esa hora cenamos Honey y yo, y estamos tan cansados que ni damos para vernos esa película o esa serie que hace rato queremos vernos y que gracias a la cuarentena mundial a causa de la pandemia está disponible gratis en todas nuestras plataformas de streaming.

Al día siguiente, lo hacemos todo igualito.

Eventualmente llega el fin de semana, y lo único que cambia es que ni Honey ni yo trabajamos, porque la rutina sigue igual. Si sale el sol, salimos a trabajar al jardín. Si llueve o cae nieve, nos quedamos adentro arreglando y terminando mini-proyectos.

Y después es lunes y empezamos de nuevo.

Como dije, Rolfie y yo nos aguantamos esto sin líos. Ni él ni yo necesitamos salir de la casa ni vernos con gente. Honey es el que hace mercado (para intentar mantener la posibilidad de contagio limitada a una sola persona) y el que hace las pocas vueltas varias que habría que llevar a cabo.

Rolf y yo sobrevivimos encerrados sin ningún problema. Y es ahí donde veo qué tanto ese niño heredó de mi. Mi personalidad introvertida y mi temperamento calmado y casero.

Christoph, por el contrario... Christoph me toma de la mano, me lleva hasta la puerta del jardín, me muestra sus zapatitos, me los da en la mano, me señala el pie - así para que no quede ninguna duda de que, aún sin poder decir palabras, está haciendo claro lo que quiere y necesita.

Necesita salir.

Entonces salimos al jardín, pero eso no es suficiente. Unos 1500 metros cuadrados de jardín, con parque y árboles de manzanas y arenera y subibaja y áreas para explorar. A él no le basta, porque sigue encerrado.

Él necesita salir.

Nita salir.

A la calle.

Así que toma su carrito halado por una pita, me toma de la mano, y haciendo caso omiso a todas mis quejas y sugerencias alternas, me lleva a la calle. Doblamos a la izquierda, caminamos hasta la intersección, nos devolvemos en la dirección contraria hasta la otra intersección, y después de regreso a la casa.

Eso le basta. Ya se siente libre, ya se siente maestro de su libre albedrío. Ya con eso le basta - un día solamente - para sobrevivir más días de cuarentena.

Y es así como nos vamos conociendo y descubriendo, otro de los beneficios de esta pandemia. Tengo dos hijos, el uno más diferente del otro, el otro menos similar al uno. Y nosotros dos en la mitad del camino, viendo lo mejor de cada uno de nosotros en ellos.

Comentarios

  1. Wooooow!!!!! Y se repite en muchooooossss hogares... solo q algunos no se dan a la tarea de disfrutar lo q significa conocerse mas!!!

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

de cómo nos conocimos (o, la infame historia del Bar Swinger)

Podría (debería) ser un tanto melodramática y describir la fría noche de otoño en que el universo conspiró a nuestro favor (y en contra de otros). Pero vamos, es Cajicá -- siempre hace frío. Y vamos, es Colombia -- realmente no hay temporadas. Entonces no, no. Dejemos la poesía de lado porque mucho tuvo esa noche, pero nada fue romance, nada fue amoroso, nada fue poético. A menos que la lujuria y lo carnal sean poético hoy en día. Yo salí con mi prima, él con su mejor amigo. Yo quería una noche de tragos y amigas, él (como buen gavilán pollero) iba en busca de pollitas. Yo ni me di cuenta de su llegada, él vio una mini falda y botas altas de cuero. Pero no nos adelantemos a los hechos. Esta historia es como la del Titanic, porque todos sabemos que el barco se hunde ( OMG, spoiler alert! ), pero nadie sabe cómo pasa eso. Y como toda historia, es una historia de amor. Todas las historias son historias de amor. Una noche de septiembre hace 6 años, mi prima me comentó que un amigo su

Stitch me ama

Estuvimos en Eurodisney en París la semana pasada. Fue una aventura impresionante - para mi, volver a vivir la emoción de Disney después de 14 años de no vivirla. Para Honey, descubrir a Mickey por primera vez. Si bien tuvimos una reunión privada con Mickey, con Buzz Lightyear y con Jack y Sally, tuvimos una experiencia increíble con Stitch. Resulta que Stitch se escapó de la estación espacial, robándose la nave de Capitán. Pero nosotros (Honey y yo, junto con Joaquín, el ayudante de la estación en la tierra donde podíamos comunicarnos con Stitch, y los otros tripulantes) logramos establecer comunicación satelital con Stitch. Y como la tecnología de hoy en día es maravillosa, no sólo teníamos audio, sino que podíamos vernos: nosotros a Stitch, y Stitch a nosotros. Más o menos así se veía: Stitch estaba sorprendido de ver a tanta gente en la estación, y pidió que se les presentara. Habló con un niño de Inglaterra, con una niña de Rusia, y con otra niña también de Inglater

"Brida"

Hace un par de días terminé de leerme el primer regalo que me dejó Fede, "Brida", de Paulo Coelho. Tengo que decir de frente que no soy fan de Coelho, y que definitivamente no soy fan del tema tratado en su novela--que realmente no era una novela, era más bien una corta y aburridamente redactada biografía de Brida O'Fern, una bruja irlandesa. Bueno, una hechicera irlandesa. En la edición que leí habían 258 páginas, lo que me trajo a un tiempo de lectura de 3 días. Estoy contenta de saber que no he perdido mi habilidad de lectura rápida. Si yo fuera una hechicera, creo que ese sería mi Don. Hay gente con el Don de ver espíritus, hay otros con el Don de leer la mente... "Natalya, ¿cuál es tu Don?" Ajem--diría, poniendo la frente en alto, muy orgullosa de mi Don: "Mi Don es la lectura rápida". Ja. Volviendo a Brida--en general no me gustan las biografías, ni mucho menos las que son tan cortas. Claro que el "Relato de un Náufrago" de Gabriel Ga