Ir al contenido principal

Otra historia tailandesa

En uno de esos domingos perezosos, me encontré con antojos de pizza. Llamé a Tomoko, mi amiga japonesa, y nos encontramos en la pizzería de la ciudad, The Pizza Company. Mientras esperábamos nuestra comida, me encontró con la mirada un extranjero a quien había conocido en Atsawín. Hace poco más de un mes, caminaba camino a casa por el mercado, Atsawín. Antes de cruzar a la derecha en la esquina, vi a un extrajero—blanco, alto, con poco cabello blanco y hermosos ojos azules. Como siempre pasa, cuando dos personas blancas se encuentran en una ciudad tan pequeña como Lampang, un saludo en inglés es inevitable: Good afternoon, dijo él. How do you do, respondí con una sonrisa. Y no sé cómo empezamos a conversar—es un inglés que vive en Tailandia hace alrededor de 10 años, casado con Tailandesa. Mai, su esposa, está embarazada; acaban de terminar su casa en Maetha, y viven felices comiendo perdices. Le conté de mi, y de mi soledad, y de mi trabajo, y de—pero me interrumpió y me preguntó mi edad. Veintidós, le dije, acabados de cumplir. Pero si eres una niñita, dijo, qué haces tan lejos de tu familia? Le dije que esta era la decisión que había tomado luego de graduarme de la universidad; dijo, Qué valiente eres, tienes todo el derecho de sentirte sola, si es que tu mamá vive del otro lado del mundo! El hombre, a quien había conocido por un ratico, me había dado permiso de sentirme sola. Ya mi tristeza estaba permitida, acolitada, casi animada. Me invitó a su casa a conocer a su esposa, y me ofreció una familia del otro lado del mundo. Sonreí y le agradecí su bondad del corazón—pero es que ya, al permitirme estar triste y sentirme sola, ya me había hecho sentir mejor. Ya—no necesitaba más nada. Total, me despedí y seguí mi camino a casa. Esa tarde en The Pizza Company fue a él a quien vi. Nos miramos, y dije, “Mr. Pip, how good to see you!” Reaccionó de igual manera al darse cuenta que era yo, en efecto, la misma niña que había conocido meses antes. Estaba con otro extranjero, blanco también, pero más alto que él, con ojos verde esmeralda; algo había en este hombre nuevo que me intrigaba. Ya pronto sabría por qué. Se sentaron en nuestra mesa—el inglés y el otro hombre, Tomoko y yo. El otro hombre, sentado a mi lado, me preguntó mi nombre, mi edad, qué hacía en Tailandia… las preguntas comunes entre dos extranjeros del otro lado del mundo. Cuando dije ser colombiana, me preguntó de dónde; dije que de la costa caribe de Colombia (no todo el mundo conoce a Barranquilla, mucho menos la gente que vive en Tailandia—al menos así pensaba hasta esta conversación). Él preguntó en qué ciudad vivía, y dije Barranquilla. Sus ojos brillaron—claramente sabía de lo que estaba hablando. El hombre es holandés, y sirvió en la naval holandesa por muchos años. En uno de sus muchos viajes alrededor del mundo, se detuvo en Barranquilla y quedó enamorado. Nunca vivió en Barranquilla, pero pasó suficiente tiempo en La Arenosa que siente conocerla como si fuese su ciudad natal; tiene recuerdos igualmente gratos de Santa Marta y Cartagena. Viendo que en sus ojos seguía ese brillo, y viendo que conocía a mi ciudad, y viendo en sus manos los rastros de muchos años sobre la tierra y a la mar, le pregunté si recordaba algunos nombres de sus amigos barranquilleros. Dio varios nombres que no significaron nada para mi. Le dije, “Mis apellidos son Delgado Chegwin. Mi papá es Delgado, mi mamá es Chegwin. Soy nieta de Alycia Vergara de Chegwin y de Alfonso Chegwin. Mi abuelo era arquitecto naval, y Uds. dos parecen ser contemporáneos. Ud. lo recuerda?” A la primera mención de mi apellido materno, Chegwin, el hombre cambió de actitud. Su cuerpo se puso tenso, sus ojos brillaban con la misma intensidad pero ya esquivaban mis preguntas. Sus manos temblaban y él intentaba esconderlas. Chegwin, repetí. No es un apellido muy común, le dije; es más, todos los Chegwin de la costa caribe somos familia. Ud. ha debido conocer al menos a uno de ellos. Le suena el nombre? Mi insistencia lo molestó, claramente, ya que miró al Sr. Pip y cambió la conversación. “Es hora de irnos, no Pip?” “Ah, sí,” dijo el Sr. Pip. “Mi esposa, Mai, está en el hospital ahora mismo. El bebé nació hace unas horas. Tengo un hermoso y sano bebé, Pip Junior.” Lo felicité y le urgí volver al lado de su esposa. Se levantaron de la mesa, nos despedimos, y el holandés dijo, “I am sorry, I don’t remember anyone from Barranquilla. It’s been many years, you understand. Even if I did know him, the memory is all gone now. Anyhow, it has been a pleasure meeting you. Take care now.” Y así de rápido como llegaron y se sentaron en nuestra mesa, se marcharon.

Ahora estoy más intrigada que nunca. Conocía este holandés a mi abuelo? Y si sí lo conocía, por qué no decir nada? Por qué evadir mis preguntas? Fue malo? Fue malo mi abuelo? Qué habrá hecho este hombre para que la vida de semejantes vueltas para que la nieta de Alfonso Chegwin lo encuentre, del otro lado del mundo, más de medio siglo después? Fue interesante… intrigante… Es que el mundo conspira de formas incomprensibles. Qué tal que el holandés le haya hecho algo malo a mi abuelo—un mal negocio, una mala jugada, un mal chiste, un comentario agresivo—y que se haya fugado, pensando que más nunca vería a ese colombianito. Y ahora, más de 50 años después, en Lampang, Tailandia, un domingo por la tarde, en una pizzería, se encuentra con la nieta de Alfonso Chegwin. Me pregunto qué pensó el hombre esa noche antes de dormirse. Me pregunto qué pasó por su mente cuando dije el apellido Chegwin. Me pregunto cómo se habrá sentido mi abuelo cuando vio a su nieta conversando con el holandés. Todavía no tengo idea qué pasó, pero me corre un fresquito. 

Comentarios

  1. Don Alfonso me enseñó que "la venganza no es necesaria, porque la vida misma se encarga de cobrar lo que haya que cobrar". Qué tal este holandes? Cuando pensó que "todo estaba superado" aparece una nieta de Mr. Chegwin... así es la vida, por eso es preferible "portarse bien", UNA no sabe cuando se va a encontrar con el hijo de, la hermana de, la nieta de... no mijita, mejor portarse bien.

    ResponderBorrar
  2. Hola quizas nunca veas este mensaje pero tambien me apellido chegwin queria saber el completo origen y llevo rato investigando tambien soy de la costa concretamente en Barranquilla

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Hola!! Claro que leo todos los mensajes. Hace rato que no leía este Post, así que me has hecho sonreír. Yo no he hecho el estudio completo de nuestro apellido. Pero si quieres me escribes a natalya.delgado@gmail.com y vemos cómo es que estamos relacionados :-)

      Borrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

de cómo nos conocimos (o, la infame historia del Bar Swinger)

Podría (debería) ser un tanto melodramática y describir la fría noche de otoño en que el universo conspiró a nuestro favor (y en contra de otros). Pero vamos, es Cajicá -- siempre hace frío. Y vamos, es Colombia -- realmente no hay temporadas. Entonces no, no. Dejemos la poesía de lado porque mucho tuvo esa noche, pero nada fue romance, nada fue amoroso, nada fue poético. A menos que la lujuria y lo carnal sean poético hoy en día. Yo salí con mi prima, él con su mejor amigo. Yo quería una noche de tragos y amigas, él (como buen gavilán pollero) iba en busca de pollitas. Yo ni me di cuenta de su llegada, él vio una mini falda y botas altas de cuero. Pero no nos adelantemos a los hechos. Esta historia es como la del Titanic, porque todos sabemos que el barco se hunde ( OMG, spoiler alert! ), pero nadie sabe cómo pasa eso. Y como toda historia, es una historia de amor. Todas las historias son historias de amor. Una noche de septiembre hace 6 años, mi prima me comentó que un amigo su

Stitch me ama

Estuvimos en Eurodisney en París la semana pasada. Fue una aventura impresionante - para mi, volver a vivir la emoción de Disney después de 14 años de no vivirla. Para Honey, descubrir a Mickey por primera vez. Si bien tuvimos una reunión privada con Mickey, con Buzz Lightyear y con Jack y Sally, tuvimos una experiencia increíble con Stitch. Resulta que Stitch se escapó de la estación espacial, robándose la nave de Capitán. Pero nosotros (Honey y yo, junto con Joaquín, el ayudante de la estación en la tierra donde podíamos comunicarnos con Stitch, y los otros tripulantes) logramos establecer comunicación satelital con Stitch. Y como la tecnología de hoy en día es maravillosa, no sólo teníamos audio, sino que podíamos vernos: nosotros a Stitch, y Stitch a nosotros. Más o menos así se veía: Stitch estaba sorprendido de ver a tanta gente en la estación, y pidió que se les presentara. Habló con un niño de Inglaterra, con una niña de Rusia, y con otra niña también de Inglater

Analizando los CantiCuentos

Yo le canto ful a #littleBabyHergett. A mi me gusta, y creo que a él le gusta. Bueno, él no tiene opción, realmente. Tengo un repertorio chévere de CantiCuentos - de esos que yo escuchaba cuando era chiquita. Pero a veces me quedo sin ideas y recurro al himno de Barranquilla, al de Colombia y al de los Estados Unidos (en ese orden de importancia), y cuando me quedo más sin ideas recurro a "Ironic" de Alanis Morissette. Y cuando la cosa está grave grave, hago un recuento de mis acciones al ritmo de la conga: " ¡Va-mos a cam-biar-nos!  ¡Va-mos a cam-biar-nos!  ¡Va-mos a cam-biar-nos! " Pobre #littleBabyHergett. No lleva ni tres meses el pelao y yo ya le he cantado las mismas canciones tantas veces que estoy casi segura que las reconoce. Y de tanto repetirlas, me he puesto a analizarlas - atención: ser literata no ayuda para nada cuando una se pone a analizar canciones que se le cantan a un bebé a las 3 de la madrugada para intentar dormirlo. Empiezo con el Negro C