Recientemente tuve visita de mi familia aquí en mi casa en Alemania. Para ver el registro fotográfico, visita este link. Fueron 16 días súper chéveres. De las ciudades más chéveres que visitamos fue Bremen. Sí, la ciudad es hermosa, su centro es como un cuento de hadas - y precisamente fue esa magia de cuento de hadas lo que nos llevó a Bremen.
Le pregunté a mi Batiprimo de 8 años si él conocía la historia de los músicos de Bremen. Yo no sé si dijo que no porque le encanta que le cuenten cuentos, o porque de verdá verdá no conocía la historia, pero de todos modos dijo que no y yo conté la historia.
Esta es la versión condensada que yo conté:
Érase una vez, un burro. El burro estaba viejo y cansado y, un día, después de no haber cumplido con su trabajo a cabalidad, el dueño le dijo, "Usted no sirve es para nada, voy es a venderlo para que alguien más quede encartado con Usted. ¡Usted me tiene hasta aquí! (Aquí tracé una línea horizontal imaginaria en mi frente con mi dedo índice derecho.) ¡Y se me va!" El burro, triste y deprimido, esa noche se voló de la casa para poder hacer él mismo su destino y no depender de la decisión de su dueño. Como todas las cosas buenas pasaban en Bremen en ese momento, el compadre burro arrancó hacia Bremen. En el camino se encontró con un perro que estaba todo deprimido, y le preguntó qué le pasaba. El perro le contó que, ajá, que estaba viejo y que ya no daba para hacer bien su trabajo, y que el dueño le había dicho que mañana lo iba a regalar a un restaurante donde vendían perros calientes. "¡Usted," le dijo el dueño al perro, "me tiene hasta aquí! (Aquí tracé otra vez una línea horizontal imaginaria en mi frente con mi dedo índice derecho.) ¡Y se me va!" El burro, compadeciéndose del perro, le comentó de sus planes de ir a Bremen y lo convidó. El perro le dijo, "Chévere, pero es que yo no sé hacer nada." El burro pensó y pensó hasta que se le ocurrió una idea: "Tu sabes ladrar y aullar, ¿no?" Cuando el perro respondió que sí pero cuestionó la pregunta, el burro le dijo, "¡Podemos ser cantantes en Bremen!" Al perro le encantó la idea y arrancaron hacia Bremen. En el camino se encontraron con un gato que estaba todo deprimido, y le preguntó el perro al gato, "Ajá, llave, ¿qué es lo que te pasa a ti?" El gato le contó que, ajá, que estaba viejo y que ya no daba para hacer bien su trabajo, y que el dueño le había dicho que mañana lo iba a regalar a una fábrica donde hacían gatos de felpa. "¡Usted," le dijo el dueño al gato, "me tiene hasta aquí! (De nuevo tracé una línea horizontal imaginaria en mi frente con mi dedo índice derecho.) ¡Y se me va!" El burro y el perro, compadeciéndose del gato, le comentaron de sus planes de ir a Bremen y lo convidaron. El gato les dijo, "Chévere, pero es que yo no sé cantar." El burro y el perro pensaron y pensaron hasta que se les ocurrió una idea: "Tu sabes maullar, ¿no? ¡Eso es casi como cantar!" Al gato le encantó la idea y arrancaron hacia Bremen para cumplir su sueño de ser cantantes. En el camino se encontraron con un gallo que estaba todo deprimido, y le preguntó el gato al gallo, "Ajá, llave, ¿qué es lo que te pasa a ti?" El gallo les contó que, ajá, que estaba viejo y que ya no daba para hacer bien su trabajo, que cantaba a la caída del sol y no al amanecer, y que el dueño le había dicho que mañana lo iba a regalar a un deshuesadero. "¡Usted," le dijo el dueño al gallo, "me tiene hasta aquí! (Otra línea horizontal imaginaria trazada en mi frente con mi dedo índice derecho.) ¡Y se me va!" El burro, el perro y el gato, compadeciéndose del gallo, le comentaron de sus planes de ir a Bremen y lo convidaron. El gallo les dijo, "Uy, ¡esa es la que es! Yo canto de lo más bueno, y junto con Ustedes fijo que seremos un éxito." Así fue como el burro, el perro, el gato y el gallo arrancaron hacia Bremen para cumplir su sueño de ser cantantes. A las afueras de Bremen se encontraron con una casa de la que salía una luz, y un olor a puro sancocho pero delicioso. Era tarde, estaban cansados, y por eso decidieron parar en esa casa a pedir posada. Al acercarse, oyeron voces de hombres riéndose. Antes de tocar, decidieron echar un vistazo por la ventana. Al hacerlo, notaron que había una increíble cantidad de joyas y de monedas de oro - y por los comentarios de los hombres, concluyeron que eran ladrones. Sabiendo que robar es malo, los cuatro amigos animales empezaron a pensar qué rayos podían hacer para ahuyentar a los ladrones del pueblo. Decidieron entonces lo siguiente: Sobre el burro se encaramó el perro, sobre el perro el gato y sobre el gato el gallo. Se pusieron en una de las ventanas de donde caía tan sólo un poquito de luz, suficiente para hacer que los cuatro amigos parecieran un monstruo enorme. Al acercarse a la ventana, empezaron a cantar: el burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba y el gallo cacaraqueaba. Los ladrones, al ver esta bestia de ultratumba que emitía gritos aterradores, salieron corriendo y más nunca volvieron a Bremen. La gente de Bremen, contenta por haber sido finalmente librados de tan terribles ladrones, bienvinieron a los 4 amigos animales a Bremen y les erigieron una estatua en el centro.
Y, ¿qué fue lo único que mi Batiprimo, cachaquito, aprendió de esta historia?
"Jujté me tiene jajta-quí," y aquí traza una raya imaginaria 20 cm sobre su cabeza con su mano izquierda, "¡y je me va!"
Eso fue lo que nos quedó de todo el viaje, 16 días en Alemania: Jujté me tiene jajta-quí, y je me va.
Le pregunté a mi Batiprimo de 8 años si él conocía la historia de los músicos de Bremen. Yo no sé si dijo que no porque le encanta que le cuenten cuentos, o porque de verdá verdá no conocía la historia, pero de todos modos dijo que no y yo conté la historia.
Esta es la versión condensada que yo conté:
Érase una vez, un burro. El burro estaba viejo y cansado y, un día, después de no haber cumplido con su trabajo a cabalidad, el dueño le dijo, "Usted no sirve es para nada, voy es a venderlo para que alguien más quede encartado con Usted. ¡Usted me tiene hasta aquí! (Aquí tracé una línea horizontal imaginaria en mi frente con mi dedo índice derecho.) ¡Y se me va!" El burro, triste y deprimido, esa noche se voló de la casa para poder hacer él mismo su destino y no depender de la decisión de su dueño. Como todas las cosas buenas pasaban en Bremen en ese momento, el compadre burro arrancó hacia Bremen. En el camino se encontró con un perro que estaba todo deprimido, y le preguntó qué le pasaba. El perro le contó que, ajá, que estaba viejo y que ya no daba para hacer bien su trabajo, y que el dueño le había dicho que mañana lo iba a regalar a un restaurante donde vendían perros calientes. "¡Usted," le dijo el dueño al perro, "me tiene hasta aquí! (Aquí tracé otra vez una línea horizontal imaginaria en mi frente con mi dedo índice derecho.) ¡Y se me va!" El burro, compadeciéndose del perro, le comentó de sus planes de ir a Bremen y lo convidó. El perro le dijo, "Chévere, pero es que yo no sé hacer nada." El burro pensó y pensó hasta que se le ocurrió una idea: "Tu sabes ladrar y aullar, ¿no?" Cuando el perro respondió que sí pero cuestionó la pregunta, el burro le dijo, "¡Podemos ser cantantes en Bremen!" Al perro le encantó la idea y arrancaron hacia Bremen. En el camino se encontraron con un gato que estaba todo deprimido, y le preguntó el perro al gato, "Ajá, llave, ¿qué es lo que te pasa a ti?" El gato le contó que, ajá, que estaba viejo y que ya no daba para hacer bien su trabajo, y que el dueño le había dicho que mañana lo iba a regalar a una fábrica donde hacían gatos de felpa. "¡Usted," le dijo el dueño al gato, "me tiene hasta aquí! (De nuevo tracé una línea horizontal imaginaria en mi frente con mi dedo índice derecho.) ¡Y se me va!" El burro y el perro, compadeciéndose del gato, le comentaron de sus planes de ir a Bremen y lo convidaron. El gato les dijo, "Chévere, pero es que yo no sé cantar." El burro y el perro pensaron y pensaron hasta que se les ocurrió una idea: "Tu sabes maullar, ¿no? ¡Eso es casi como cantar!" Al gato le encantó la idea y arrancaron hacia Bremen para cumplir su sueño de ser cantantes. En el camino se encontraron con un gallo que estaba todo deprimido, y le preguntó el gato al gallo, "Ajá, llave, ¿qué es lo que te pasa a ti?" El gallo les contó que, ajá, que estaba viejo y que ya no daba para hacer bien su trabajo, que cantaba a la caída del sol y no al amanecer, y que el dueño le había dicho que mañana lo iba a regalar a un deshuesadero. "¡Usted," le dijo el dueño al gallo, "me tiene hasta aquí! (Otra línea horizontal imaginaria trazada en mi frente con mi dedo índice derecho.) ¡Y se me va!" El burro, el perro y el gato, compadeciéndose del gallo, le comentaron de sus planes de ir a Bremen y lo convidaron. El gallo les dijo, "Uy, ¡esa es la que es! Yo canto de lo más bueno, y junto con Ustedes fijo que seremos un éxito." Así fue como el burro, el perro, el gato y el gallo arrancaron hacia Bremen para cumplir su sueño de ser cantantes. A las afueras de Bremen se encontraron con una casa de la que salía una luz, y un olor a puro sancocho pero delicioso. Era tarde, estaban cansados, y por eso decidieron parar en esa casa a pedir posada. Al acercarse, oyeron voces de hombres riéndose. Antes de tocar, decidieron echar un vistazo por la ventana. Al hacerlo, notaron que había una increíble cantidad de joyas y de monedas de oro - y por los comentarios de los hombres, concluyeron que eran ladrones. Sabiendo que robar es malo, los cuatro amigos animales empezaron a pensar qué rayos podían hacer para ahuyentar a los ladrones del pueblo. Decidieron entonces lo siguiente: Sobre el burro se encaramó el perro, sobre el perro el gato y sobre el gato el gallo. Se pusieron en una de las ventanas de donde caía tan sólo un poquito de luz, suficiente para hacer que los cuatro amigos parecieran un monstruo enorme. Al acercarse a la ventana, empezaron a cantar: el burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba y el gallo cacaraqueaba. Los ladrones, al ver esta bestia de ultratumba que emitía gritos aterradores, salieron corriendo y más nunca volvieron a Bremen. La gente de Bremen, contenta por haber sido finalmente librados de tan terribles ladrones, bienvinieron a los 4 amigos animales a Bremen y les erigieron una estatua en el centro.
Y, ¿qué fue lo único que mi Batiprimo, cachaquito, aprendió de esta historia?
"Jujté me tiene jajta-quí," y aquí traza una raya imaginaria 20 cm sobre su cabeza con su mano izquierda, "¡y je me va!"
Eso fue lo que nos quedó de todo el viaje, 16 días en Alemania: Jujté me tiene jajta-quí, y je me va.
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