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Todo depende de la actitud

Cuando mi mamá estuvo aquí visitándome, aprovecho para hacerme psicoterapia intensiva. Pero es que ella es así, entonces, ajá, que hace una con mamá psicóloga, ¿no? Aprovechar la consulta gratis, por lo menos. Me preguntó, entre muchísimas otras cosas, qué era lo que más me molestaba de vivir en Alemania. No sé si fue una epifanía repentina (claro, porque es que hay epifanías programadas, ¿cierto?) o si fue que en ese momento me encontraba precisamente en la situación que más me molesta de vivir en Alemania, pero mi respuesta fue rápida y más cargada de molestia de lo que esperaba: ¡Odio lavar los platos!, le dije. Y lo dije en serio. Y me mantengo. Odio lavar los platos. De verdad, lo detesto. Lo detesto más que tener que bañarme los domingos. Lo detesto más tener que comer verduras. Lo detesto más que tener que ir al gimnasio. Claro, lo detesto más que todo lo anterior, porque todo lo anterior NO lo hago.

Mi mamá, como dije, muy psicóloga, se rió un poquito de mi, y me dijo, "Ay, Natalya, qué bobada. Si es que todo depende de la actitud. Si le pones mala actitud a la lavada de platos, claro que lo vas a odiar. Pero si le pones una buena actitud, mira, ya, listo, ya están los platos lavados," dijo ella, mientras terminaba de lavar el último plato, con una sonrisa de esas que sólo una Chegwin experta en Chegwinismo puede dar. "¿Si ves? Todo depende de la ac-ti-tud."

No sé si fue la cara tan chistosa de mi mamá con su ac-ti-tud, o si fue la felicidad de que todos los "trastos" estuvieran lavados, pero me ataqué de la risa.

Y a partir de ese momento, esa fue la frase del paseo. Esa, y el "Tranquiiiiila" de Mariano.

Salimos de Kiel a las 7 de la madrugada - pero todo bien, porque todo depende de la ac-ti-tud. Estuvo diluviando todo el paseo de Kiel a Stuttgart y de regreso a Kiel - pero todo bien, porque todo depende de la ac-ti-tud. Hizo un frío inmesurable - pero todo bien, porque todo depende de la ac-ti-tud. Nini se enfermó - pero todo bien, porque todo depende de la ac-ti-tud (y de sus pastillas milagrosas). Llegamos media hora tarde a nuestra cita en el Parlamento alemán - pero todo bien, porque todo depende de la ac-ti-tud.

Sí, todo depende de la ac-ti-tud. Y funciona, de verdad que sí funciona. Creo que eso quiere decir que la psicología a veces funciona.

Pero ahora me encuentro yo ante una situación infinitas veces menos significativa que la lavada de los platos, o que la madrugada, o que la lluvia y el frío, o que la gripa o la impuntualidad... pero a pesar de su insignificancia, no logro ponerle la actitud adecuada. No logro que no me moleste, no logro que no me altere, no logro que no me quite el sueño, no logro que no me entristezca, no logro que no me afecte. Obviamente no le estoy poniendo la actitud que es, porque es así de sencillo, ¿cierto? Si todo depende de la actitud, tengo que sacar el frasquito de "Actitud Adecuada" y echarle una cucharadita extra a la sopita de enfermo en la estufa. Pero, ¿de dónde rayos saco ese frasquito? Debe ser que mi mamá se lo llevó de regreso a Barranquilla con ella. O que eso de la ac-ti-tud es puro cuento y sólo funciona cuando ella está.

Pero mi mamá está muy lejos para solucionar esto. Entonces, ¿qué hago?

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