Yo soy una cobarde - de eso puedes ver evidencia aquí y aquí. Pero lo raro es que en las situaciones en las que sí debería sentir miedo, me siento plenamente relajada. Mi ritmo cardíaco se mantiene tranquilo, mi respiración ininterrumpida, y no hay rastro de mi risa nerviosa.
El viernes pasado me reuní con amigas a comer pie de fresa y tomar té - sí, somos muy firififí dedito parado, porque ajá. Estando ahí, en plena francachela y comilona (el pie estaba delicioso), la dueña de casa (¿mamá Ratona?) fue a abrir la puerta de la sala para ir a la cocina a traernos más pie (no sé por qué a los alemanes les encanta mantener todas las puertas cerradas) y cayó en la cuenta de que - OH POR DIOS - la puerta estaba cerrada. Y no sólo cerrada, sino cerrada y sellada. Había un problema con la chapa y yonoséqué y el punto es que nos quedamos encerradas en la sala.
Encerradas sin pie y sin té - para mi, esa fue la tragedia.
Mi amiga empezó a respirar rápido, a ponerse roja, sudar un poco, su voz subió como 4 octavas y sus ojos se hincharon. "Oh por dios," dijo la atea alemana, "¡estamos encerradas!" Yo me reí por su susto, y le pregunté, "Ajá, ¿pero cuál es el problema?" Ella vive junto con tres personas más, y eventualmente alguien llegaría a salvarnos. O no. Eventualmente podría ser al día siguiente. ¿Y qué? Si bien ya no había pie, sí había Pringles y galletas Ritz. Entonces, de hambre no nos íbamos a morir. Había vino, entonces la fiesta no se iba a acabar. Ir al baño sería un problema, pero ajá, una aguanta.
Pero Wiebke, mi amiga, estaba salida de sus casillas. Finja, la otra, empezó a gritar (mitad en serio, mitad en chiste) "¡Ayúdennos!" Pero ajá, de qué sirve gritar si no hay nadie que te oiga... Si un árbol se cae en medio de un bosque vacío, ¿hace ruido?
Coincidencialmente, en ese momento llegó uno de los compañeros de casa de Wiebke y, sorprendido y asustado por el escándalo de Finja, corrió a nuestro socorro. Y ya.
Ese fue el fin de la aventura que no fue aventura, de la catástrofe que no fue tragedia, del cuento que no fue historia. Seguimos tomando té, nos servimos más pie, y siguió la fiesta. Claro que Wiebke tuvo que echarle "alguito" a su té para poder calmar esos nervios...
Conclusión: si bien cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana, también es cierto que siempre --tarde o temprano-- llega alguien a abrir la puerta desde el otro lado. Al menos por curiosidad.
El viernes pasado me reuní con amigas a comer pie de fresa y tomar té - sí, somos muy firififí dedito parado, porque ajá. Estando ahí, en plena francachela y comilona (el pie estaba delicioso), la dueña de casa (¿mamá Ratona?) fue a abrir la puerta de la sala para ir a la cocina a traernos más pie (no sé por qué a los alemanes les encanta mantener todas las puertas cerradas) y cayó en la cuenta de que - OH POR DIOS - la puerta estaba cerrada. Y no sólo cerrada, sino cerrada y sellada. Había un problema con la chapa y yonoséqué y el punto es que nos quedamos encerradas en la sala.
Encerradas sin pie y sin té - para mi, esa fue la tragedia.
Mi amiga empezó a respirar rápido, a ponerse roja, sudar un poco, su voz subió como 4 octavas y sus ojos se hincharon. "Oh por dios," dijo la atea alemana, "¡estamos encerradas!" Yo me reí por su susto, y le pregunté, "Ajá, ¿pero cuál es el problema?" Ella vive junto con tres personas más, y eventualmente alguien llegaría a salvarnos. O no. Eventualmente podría ser al día siguiente. ¿Y qué? Si bien ya no había pie, sí había Pringles y galletas Ritz. Entonces, de hambre no nos íbamos a morir. Había vino, entonces la fiesta no se iba a acabar. Ir al baño sería un problema, pero ajá, una aguanta.
Pero Wiebke, mi amiga, estaba salida de sus casillas. Finja, la otra, empezó a gritar (mitad en serio, mitad en chiste) "¡Ayúdennos!" Pero ajá, de qué sirve gritar si no hay nadie que te oiga... Si un árbol se cae en medio de un bosque vacío, ¿hace ruido?
Coincidencialmente, en ese momento llegó uno de los compañeros de casa de Wiebke y, sorprendido y asustado por el escándalo de Finja, corrió a nuestro socorro. Y ya.
Ese fue el fin de la aventura que no fue aventura, de la catástrofe que no fue tragedia, del cuento que no fue historia. Seguimos tomando té, nos servimos más pie, y siguió la fiesta. Claro que Wiebke tuvo que echarle "alguito" a su té para poder calmar esos nervios...
Conclusión: si bien cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana, también es cierto que siempre --tarde o temprano-- llega alguien a abrir la puerta desde el otro lado. Al menos por curiosidad.
Quien diría que la misma que la altura la desequilibra y que una lagartija la paraliza estaría tan tranquila en dicha situación, en especial cuando había otras que estaban bien asustadas. Bueno pues felicitaciones, esa es la actitud, "Para que preocuparse por lo que no se puede cambiar" y "No hay mal que dure mil años, ni puerta que se mantenga cerrada por mucho tiempo (a menos que este disañada para eso, como di tu, una prisión)"
ResponderBorrarHey barro hey - las salamanquejas son el demonio!!!! :-)
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