Digamos que he estado pensando en hacerme un tatuaje. Digamos. Y digamos que hay días en que me levanto y tengo en mente exactamente el diseño que quiero, y sé exactamente donde lo quiero, y el tamaño y los colores; y digamos que lo he comentado con mis amigas cercanas y, aunque ninguna de ellas tiene tatuajes, les parece una idea genial. Digamos que mis amigas dicen que también lo han pensado, pero que quieren esperar a conseguir trabajo en el que el tema del tatuaje no sea problema (ya sabes que a algunos empleadores conservadores no les gustan los tatuajes visibles). Digamos que mis amigas me apoyan, y hasta me han dado recomendaciones y me han dicho que me acompañarían a tatuarme.
En esos días en que me levanto toda positiva, voy hasta el salón de tatuajes y pido mi cita y me siento a hablar con el artista. Y definimos todo. Le gusta mi piel, dice que es apta para la tinta. Le gusta el sitio que he elegido y le parece fascinante el diseño que tengo en mente. Se puede hacer sin problemas. Será un éxito. Está emocionado con el proyecto. Quiere saber cuándo empezamos.
Y es en ese momento en el que me tiemblan las piernas, se me quiebra la voz, y salgo corriendo del sitio. El pobre tipo queda asustado pero atribuye mi reacción a miedo de primípara.
Ya ves, es que nunca he tenido un tatuaje. Es más, me aterran las inyecciones. Pero más allá del dolor físico, me aterra la idea de pensar que estaré haciendo algo que estará conmigo el resto de mi vida. El resto de mi vida. El día que me entierren, ese tatuaje estará conmigo. El día que me entreguen mi título de doctora, ese tatuaje estará conmigo. El día que me quiera poner un vestido corto o espalda-afuera o sin mangas, ese tatuaje estará conmigo. Estará conmigo cuando me bañe, cuando salga con mis amigas, cuando esté triste, cuando tome demasiado... Ese tatuaje nunca se va a ir.
Y entonces me pongo a pensar, ¿de dónde saqué yo que yo puedo tomar una decisión eterna? Ni siquiera puedo escoger en qué continente quiero vivir, y ahora sí puedo escoger un tatuaje. No sé qué me voy a poner mañana ni qué quiero almorzar hoy, pero sí sé qué tatuaje quiero llevar por el resto de mi vida. No sé si quiero seguir siendo amiga de mi mejor amiga, pero sí sé que quiero llevar tinta en mi cuerpo por el resto de mis días. No sé en que periodo histórico enmarcar mi tesis, pero sí sé que quiero tatuarme algo.
Es ridículo.
¿Cómo puede alguien tomar una decisión así? ¿Cómo puedo yo tomar una decisión así?
Me he aburrido de mis matas, de mis pescaditos y hasta de mis amigas, pero estoy segura que no me voy a aburrir de mi tatuaje... ¿No es acaso irresponsable e inmaduro tatuarme si no estoy segura de lo que quiero? Solo porque (ahora que lo estoy contemplando) me parece que todo el mundo a mi alrededor tiene tatuajes no quiere decir que yo también deba tatuarme... Pero, por otro lado, toda la gente tatuada se ve tan feliz con su tatuaje.
Yo también quiero un tatuaje. Pero, como me conozco, soy consciente de que quiero querer un tatuaje, no realmente tenerlo. Así que me tocará esperar. Esperar a que un día me despierte pensando única y exclusivamente en ese tatuaje. Lo que pasa es que no sé si, para cuando llegue ese día, todavía tendré la piel apta para ello. Ojalá. Y si no, ojalá me de cuenta de que, en lo más profundo de mi, realmente no quería un tatuaje. Así no tendré remordimientos.
Ya veremos. Mientras tanto, esta pobre metáfora mal compuesta me seguirá dando vueltas hasta que resuelva el tema. Porque es un tema que yo, y solo yo, puedo resolver.
Pues, es la primera vez en mis pasados treinta años que te escucho hablar de "querer un tatuaje", es mas, es la primera vez que te escucho hablar de tatuajes punto. Tu reflexión me parece interesante, el miedo a la rutina de tener esa tinta ahí, ahí pintada, ahí pintada mirando, ahí pintada mirando lejos.. ahí por siempre, claro eso debe dar miedo, entre otras porque si le quitas a la palabra "rutina" la letra t... queda en... por eso da miedo. Que bueno que te tomarás tiempo para decidirlo, ojalá que sean por lo menos otros treinta años.
ResponderBorrarEs una metáforaaaaaaa... nadie entendió :-(
BorrarPues te la pinto así...decidió usted estar con el mismo hombre por el resto de su vida, en las buenas y en las malas, en la fortuna y en la enfermedad? La respuesta es si...ahora bien en la contingencia que me digas "Si pero esta la posibilidad que si me quiero divorciar puedo hacerlo"...un divorcio como el remover un tatuaje ambos dejan cicatriz, pero ambas cosas se pueden hacer.
ResponderBorrarYo digo si hay algo que quieres y sientas que te gusta, que no te de miedo el pensar "pero es para toda la vida!" pero nada es realmente eterno.