A mi mamá le robaron la billetera. Otra vez. Creo que mi mamá es la única persona de su edad que tiene foto reciente en la cédula. Cuando le conté a mi esposo, su sugerencia fue que su suegra aprovechara para tomarse la nueva foto recién salida de la peluquería (ya sabes, Gise, ¡tienes una GRAN responsabilidad!).
Por segunda vez en cinco años, a mi mamá le han abierto la cartera sin que ella se de cuenta y le han sacado la billetera. Lástima, ¿no? Lástima por el trajín tan horrible que es volver a sacar cédula, carné de la universidad y del seguro, tarjetas débito y crédito. Lástima por las bobadas bonitas que uno guarda en la billetera, como la foto de grado la hija, o la dirección y teléfono plastificados de la otra hija, o la carta que le escribió el sobrino cuando aprendió a escribir. Uno tiene como ganas de poner un anuncio en la billetera que diga, "Coge la plata pero déjame el resto..." Además que mi mamá no es de las que tiene billetera de "todo a mil" - la propia billetera ya amerita el robo. Pero barro, hey, ful barro.
Si a mí me roban la billetera, me roban el primer billete de dólar que recibí cuando me mudé a vivir a Estados Unidos hace 13 años. Me roban la foto de mi esposo. Me roban mi carné de la universidad de Tailandia. Me roban la tarjeta de puntos de Sephora, The Body Shop, Hunkemöller, Ikea, Karstadt, Cinemaxx. La copia tamaño tarjeta de mi diploma de grado de ASU. Mi cédula alemana y el permiso de residencia. La tarjeta gringa y la tarjeta alemana. La tarjeta del seguro. Nuestro "pasaporte de rayos-X" (una libretica que sellan y firman cada vez que nos hacen rayos-X para tener cuidado de no excedernos). Unos recibos que guardo para garantía. Y como 5€. La economía familiar no da para tener más de 5€ en efectivo porque, ajá, uno nunca sabe.
Como ves, igual que mi mamá, la tragedia no está en la plata. La tragedia está en las cosas que significan algo pero son irremplazables, y en las cosas reemplazables que se demoran eternidades en volver a expedirse. Y si en Alemania se demora...
Anda, y para colmo es época de elecciones, entonces mi mamá, que cree ciegamente en ejercer el derecho al voto, no va a poder ejercer su derecho. Creo que esa es la verdadera tragedia del tema.
Cuando me enteré de lo que le había pasado a mi mamá, mi primera reacción fue pensar, "Ay, oye, mi mamá no cambia..." Como dije, no es la primera vez que le roban la billetera. No es la primera vez que la abren la cartera sin que se de cuenta. Mi mamá tiene que entender que, desafortunadamente, no vive en un mundo de ciudadanos confiables. Mi mamá no vive en un mundo en el que puede caminar sin estar pendiente de la cartera. Mi mamá no vive en un mundo en el que puede sonreírle a todo el mundo y asumir lo mejor de ellos.
Mi mamá no vive en ese mundo. Y creo, en serio creo, que ese mundo no existe.
Pero mi mamá es la directora de la Corporación PEP, una corporación que cree en ser mejor para servir mejor. Que cree en ser gestores de un mejor país. Que cree en la Ciudadanía Confiable. La ciudadanía confiable es eso mismo: ser uno mismo confiable y poder asumir, sin miedo y sin pena, que el otro es igualmente confiable.
No se trata de ser "el más marica" ni "el más guevón". Se trata de ver lo mejor de las personas en sus ojos. Mi papá dice que esto es "marica" nuestra, y que lo que nos falta es "malicia indígena." Sí, sí nos falta mucha. Especialmente a mi mamá.
Ya ves, mi mamá quiere cambiar el mundo. Lentamente lo está logrando, un PEP a la vez. Sí está haciendo cosas buenas, sí está estimulando una nueva mentalidad... pero lo está haciendo despacio. Lo que pasa es que el cambio, para que sea realmente duradero, requiere tiempo. Y el cambio debe empezar por los más cercanos a ella.
Por ejemplo, yo.
En vez de pensar, "Ay, oye, mi mamá no cambia," yo debería pensar, "Ay, oye, el mundo no cambia." En vez de mencionar que le han robado la billetera dos veces en cinco años, por qué no hago el cálculo estadístico de que dos ocurrencias en 5 años equivale a 0.001%, lo cual no es casi nada.
En vez de pensar, "Mami, aprende a cerrar la cartera y llevarla siempre fuertemente agarrada del lado del zipper para dificultarle las cosas al ladrón, y está pendiente y duda de todo el mundo...", yo debería pensar, "Mami, lo siento que no vives en el mundo que te mereces."
No es culpa de mi mamá que le hayan robado la billetera. Incluso si dejó la cartera abierta y no estaba parando bolas, no es culpa de ella. Mi papá insiste en que nos falta malicia indígena, pero qué horrible sería el mundo si todos dudáramos de todos. Si todos miráramos con desdén y desconfianza a los demás. Si todos fuéramos potenciales ladrones. Si todos fuéramos culpables hasta demostrar lo contrario.
La culpa no es de mi mamá. Mi mamá no es la equivocada. El mundo está equivocado. Y ojalá mi mamá no "aprenda", como dice mi papá (y como yo misma pensé). Ojalá mi mamá no se vuelva de esas personas que siempre ve lo peor de las personas cuando mira sus ojos. Ojalá esta situación no dañe a mi mamá. Ojalá mi mamá siga siendo la misma de siempre... porque si cambia, no será la billetera lo que le hayan robado, sino su fe en el mundo.
Alguien tiene que tener fe en el mundo. Alguien tiene que seguir creyendo en la confianza y otras imposibilidades. Ojalá ese alguien siga siendo mi mamá.
Por segunda vez en cinco años, a mi mamá le han abierto la cartera sin que ella se de cuenta y le han sacado la billetera. Lástima, ¿no? Lástima por el trajín tan horrible que es volver a sacar cédula, carné de la universidad y del seguro, tarjetas débito y crédito. Lástima por las bobadas bonitas que uno guarda en la billetera, como la foto de grado la hija, o la dirección y teléfono plastificados de la otra hija, o la carta que le escribió el sobrino cuando aprendió a escribir. Uno tiene como ganas de poner un anuncio en la billetera que diga, "Coge la plata pero déjame el resto..." Además que mi mamá no es de las que tiene billetera de "todo a mil" - la propia billetera ya amerita el robo. Pero barro, hey, ful barro.
Si a mí me roban la billetera, me roban el primer billete de dólar que recibí cuando me mudé a vivir a Estados Unidos hace 13 años. Me roban la foto de mi esposo. Me roban mi carné de la universidad de Tailandia. Me roban la tarjeta de puntos de Sephora, The Body Shop, Hunkemöller, Ikea, Karstadt, Cinemaxx. La copia tamaño tarjeta de mi diploma de grado de ASU. Mi cédula alemana y el permiso de residencia. La tarjeta gringa y la tarjeta alemana. La tarjeta del seguro. Nuestro "pasaporte de rayos-X" (una libretica que sellan y firman cada vez que nos hacen rayos-X para tener cuidado de no excedernos). Unos recibos que guardo para garantía. Y como 5€. La economía familiar no da para tener más de 5€ en efectivo porque, ajá, uno nunca sabe.
Como ves, igual que mi mamá, la tragedia no está en la plata. La tragedia está en las cosas que significan algo pero son irremplazables, y en las cosas reemplazables que se demoran eternidades en volver a expedirse. Y si en Alemania se demora...
Anda, y para colmo es época de elecciones, entonces mi mamá, que cree ciegamente en ejercer el derecho al voto, no va a poder ejercer su derecho. Creo que esa es la verdadera tragedia del tema.
Cuando me enteré de lo que le había pasado a mi mamá, mi primera reacción fue pensar, "Ay, oye, mi mamá no cambia..." Como dije, no es la primera vez que le roban la billetera. No es la primera vez que la abren la cartera sin que se de cuenta. Mi mamá tiene que entender que, desafortunadamente, no vive en un mundo de ciudadanos confiables. Mi mamá no vive en un mundo en el que puede caminar sin estar pendiente de la cartera. Mi mamá no vive en un mundo en el que puede sonreírle a todo el mundo y asumir lo mejor de ellos.
Mi mamá no vive en ese mundo. Y creo, en serio creo, que ese mundo no existe.
Pero mi mamá es la directora de la Corporación PEP, una corporación que cree en ser mejor para servir mejor. Que cree en ser gestores de un mejor país. Que cree en la Ciudadanía Confiable. La ciudadanía confiable es eso mismo: ser uno mismo confiable y poder asumir, sin miedo y sin pena, que el otro es igualmente confiable.
No se trata de ser "el más marica" ni "el más guevón". Se trata de ver lo mejor de las personas en sus ojos. Mi papá dice que esto es "marica" nuestra, y que lo que nos falta es "malicia indígena." Sí, sí nos falta mucha. Especialmente a mi mamá.
Ya ves, mi mamá quiere cambiar el mundo. Lentamente lo está logrando, un PEP a la vez. Sí está haciendo cosas buenas, sí está estimulando una nueva mentalidad... pero lo está haciendo despacio. Lo que pasa es que el cambio, para que sea realmente duradero, requiere tiempo. Y el cambio debe empezar por los más cercanos a ella.
Por ejemplo, yo.
En vez de pensar, "Ay, oye, mi mamá no cambia," yo debería pensar, "Ay, oye, el mundo no cambia." En vez de mencionar que le han robado la billetera dos veces en cinco años, por qué no hago el cálculo estadístico de que dos ocurrencias en 5 años equivale a 0.001%, lo cual no es casi nada.
En vez de pensar, "Mami, aprende a cerrar la cartera y llevarla siempre fuertemente agarrada del lado del zipper para dificultarle las cosas al ladrón, y está pendiente y duda de todo el mundo...", yo debería pensar, "Mami, lo siento que no vives en el mundo que te mereces."
No es culpa de mi mamá que le hayan robado la billetera. Incluso si dejó la cartera abierta y no estaba parando bolas, no es culpa de ella. Mi papá insiste en que nos falta malicia indígena, pero qué horrible sería el mundo si todos dudáramos de todos. Si todos miráramos con desdén y desconfianza a los demás. Si todos fuéramos potenciales ladrones. Si todos fuéramos culpables hasta demostrar lo contrario.
La culpa no es de mi mamá. Mi mamá no es la equivocada. El mundo está equivocado. Y ojalá mi mamá no "aprenda", como dice mi papá (y como yo misma pensé). Ojalá mi mamá no se vuelva de esas personas que siempre ve lo peor de las personas cuando mira sus ojos. Ojalá esta situación no dañe a mi mamá. Ojalá mi mamá siga siendo la misma de siempre... porque si cambia, no será la billetera lo que le hayan robado, sino su fe en el mundo.
Alguien tiene que tener fe en el mundo. Alguien tiene que seguir creyendo en la confianza y otras imposibilidades. Ojalá ese alguien siga siendo mi mamá.
Estoy de acuerdo, no es culpa de tu mama y el que tenga una alma buena no es justo que sea la victima del amante de lo ajeno, y lo ideal sería que jamás "aprendiera" a cambiar su forma de actuar porque lo justo es que uno no tenga porque estar viendo por encima del hombro a ver si ese personaje de dudosa reputación me esta siguiendo o cambio de acera, pero lastimosamente la realidad es otra y aunque si, de verdad hasta yo no quiero que ella cambie su forma de pensar, si me da mucho pesar que no lo haga porque ella es la que sufre, es a ella la que le toca perder su derecho al voto y hacer todas las vueltas para los documentos. Por eso preferiría que cambiara y no que siga siendo una buena persona y sufriendo por ello...es lo más trágico, ser bueno es más difícil que ser malo y el bueno siempre le tocara más difícil toooodo. Ahí es cuando digo, uno nace bueno y la sociedad y los genes te corrompen (porque hay algunas joyas que por mucho colegio y buenas costumbres se les de, si su genética tiene una predisposición nada que hacer, esa platica se perdió)
ResponderBorrarAy Natal... no te mando una foto de lo que está pasando conmigo en este momento porque tengo los ojitos totalmente agüados. Es probable que deba "aprender" a poner la cartera adelante, a tenerla en las rodillas, a desconfiar de todos; pero dejaría de ser yo, mi desconfianza sería aprendida, mi actitud de defensa sería un ritual.... No Natal, yo no soy así y después de leerte debo confesar que NO QUIERO SER ASÍ. Tenía la esperanza de que entrara una llamada a mi teléfono para escuchar "tengo su billetera, se la vendo", pero ya casi se cumple una semana y no llega ese mensaje; mañana voy a la Registraduría para iniciar el nuevo trámite de mi CC y despues la licencia de conducción, para seguir con el Carné del PEP, de Uninorte, de Coomeva, de Fedco, de PriceSmart, de Olímpica, de Carulla, la tarjeta débito, la tarjeta de crédito, etc., porque el recuerdo de la firma de Mariano, el pedacito de tarjeta que dice "de los Retoños", incluso el sticker con tu dirección por si me pierdo en Kiel... esas tonterías no las recuperaré, ni modo. Sin embargo Natalya, si me preguntas hoy ¿y ahora qué hacemos? te diré sin dudarlo ni un segundo: hay que fortalecer la formación en CIUDADANÍA CONFIABLE. Si no lo hacemos ahora, ¿cuándo? Si no lo hacemos aquí ¿Dónde? Si no lo hacemos nosotros ¿Quién?
ResponderBorrarDefinitivamente no vivimos en un mundo en el que es posible confiar en las demás personas, pero si nosotros quienes creemos en una comunidad de verdaderos seres humanos no creemos en la confianza, quien va a dar el primer paso? Nosotros somos quienes llevamos el mensaje! .....Ciudadanos confiables en formación. PEP/2014
ResponderBorrarNatal, pienso q a tu mama nada la va a hacer cambiar.. asi le roben la billetera diez veces.. menos mal existen personas como ella.. Saludos!
ResponderBorrarPero mientras tanto, Irene, guarda esas cosas irrecuperables en otro lugar...Porque como dice Natalya, un cambio profundo requiere tiempo y más promociones PEP.
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