De las cosas más chéveres de viajar es hablar con la gente, y de hablar con la gente lo más chévere es conocer su versión de la historia - muchas veces más realista y aterrizada que la versión que nos dan los libros de historia.
Kiel, localizada en lo que era la Alemania occidental, por alguna razón se ha vuelto el hogar de muchos de la antigua Alemania oriental. Es más, son más nuestros amigos y conocidos "ex orientales" que los nacidos y criados aquí en el norte. Me encanta oírlos. Me encantan sus cuentos. Me encantan sus recuerdos. Son historias de la vida real de personas reales, y yo, que tanto me pregunto por qué tengo la realidad en la cabeza, quiero compartirte algunos de mis preferidos. No todas las historias tienen finales felices - pero es que estos son cuentos de la vida real. Y la vida real no siempre tiene un final feliz.
Mi amiga Wiebke nació un año antes de la caída del muro de Berlín, pero la caída del muro ese 9 de noviembre de 1989 no significó el cambio inmediato. Eventualmente se abrieron las fronteras, sí, y eventualmente crecieron los mercados. Eventualmente, por ejemplo, llegaron bananos a la fría ciudad de Rostock, donde antes sólo se habían visto en libros o películas. Pero el que llegaran no significó que fueran accesibles para todos. De la misma forma que un barranquillero compra una barra de chocolate Milka o Rittersport, estos "rostoqueños" compraban bananos - uno o dos, porque la economía familiar no daba para más. ¡Y eso que lo hacían durar días! La familia, papá, mamá y tres hijas, se comían un banano en dos o tres días, de pedacito en pedacito. Y ahora que Wiebke es grande, cuando se quiere dar un regalo, se compra un racimo entero para ella misma, y disfruta cada banano de la misma forma en que yo disfruto una barra de chocolate blanco suizo.
Hablando de bananos, mi amiga Antje (mayor que yo), también del estado de Mecklenburg-Vorpommern, de chiquita se hizo la promesa de que cuando fuera grande y "rica" se compraría todos los bananos del supermercado y se sentaría a comérselos todos, hasta que se saciara, hasta que más nunca deseara bananos en su vida porque ya los habría comido todos. A los 19 (no era rica, pero había ahorrado para eso) se comió 5 bananos y consideró su promesa cumplida.
Y nosotros con banano a diario y no lo aprovechamos...
El otro cuento de Antje es que la caída del muro trajo consigo el concepto incompleto de "libertad". Incompleto, dice ella, porque una cosa es que de repente te digan que eres libre, y otra muy diferente es que, igualmente de repente, te expliquen que eres libre y te enseñen a usar esa libertad. Los gringos, dice ella, no explican el concepto porque nacieron con él; pero ella y su generación nacieron entré normas y pautas y órdenes que de repente fueron reemplazadas por "lo que tu quieras." Y para los adolescentes de esa época, "lo que tu quieras" significó "nada". Su generación, dice ella, es una generación perdida. Ella es detective hoy en día porque era una carrera que le brindaba seguridad laboral y financiera, pero no porque fuese su pasión verdadera. Lo que pasa es que al caer el muro, entró el capitalismo y la tan anhelada "libertad" que los gringos profesan a los cuatro vientos, y ella y muchos de sus compatriotas se vieron enredados en una libertad que no querían, que no conocían, y con la que no sabían qué hacer. Entonces, sí: llegas a la tienda y ahora, en vez de una crema de manos, hay cinco marcas diferentes. Diferentes tamaños, colores, precios... pero ella, y la gente a su alrededor, seguían comprando la misma de siempre, sin darse la oportunidad de probar. Porque, ajá - es mejor malo conocido...
Hablando de las cremas de manos, la mamá de Michael (nuestro amigo más cercano), esa sí es nacida y criada en la Alemania vieja, y cuando se cayó el muro ella ya era mamá de dos hijos, una mujer adulta, hecha y derecha. Ella sí fue de las que estaba toda emocionada por el capitalismo que abrió las puertas a las cinco marcas diferentes de cremas, y ella sí fue de las que compró las nuevas para probarlas - y quedó totalmente desilusionada con la propaganda capitalista. ¿De donde habían sacado los gringos (siempre los malos del paseo) que la crema de antes era mala, y que las cremas nuevas eran mejores? Ella pone el ejemplo de la crema de manos porque es su ejemplo preferido: ella usaba su crema de siempre, y un día le fue "infiel" y compró las nuevas, las "gringas", y fueron horribles. Olían feo, no se absorbían bien, se sentían demasiado aceitosas... total, horrible. Lo peor. Ella fue de las que libremente se quedó con lo viejo, y no porque sea mejor malo conocido, sino porque después de haberlo probado todo, se dio cuenta de que no lo "viejo" por ser "viejo" era necesariamente malo. Ya la crema que usaba no la producen más y ahora le toca conformarse con una "gringa" horrible.
Y el cuento final, también de la mamá de Michael, es el cuento que más me ha marcado - y me deja siempre con la pregunta, ¿qué haría yo en ese caso? Ella era esposa de un miembro de la Staatssicherheit, la Stasi, la organización policía y militar de la Alemania comunista (DDR). Una de las cosas particulares (una de miles de cosas particulares) de la Stasi, y de la DDR en general, es que una vez eres Stasi, eres Stasi por siempre - no "renuncias" ni te "despides" ni nada de eso. Eres Stasi y mueres Stasi. Viendo que la cosa ya se ponía seria y grave en la Alemania oriental, y que ya ser Stasi no era un tema de orgullo sino más bien de vergüenza y miedo, una noche, muy tarde, el señor despertó a su esposa y le dijo, "Despierta a los niños que nos vamos." Ella, todavía medio dormida y confundida, le dijo, "¿Qué quiénes nos vamos y a dónde?" Él le dijo, "Baja la voz. Nos vamos. Ya." Ella, ya despierta y muerta del miedo viendo los ojos aterrados de su esposo, del papá de sus dos hijos, le dijo, "No." El señor la miró, y sin decir palabra, se fue.
Ella no volvió a dormir, sino que se quedó pensando toda la noche en lo que había pasado y en lo que tendría que pasar. Si se hubiera ido con su esposo (que ya no era una posibilidad), hubieran estado los cuatro corriendo y escondiéndose toda la vida. Si no dice nada a nadie, pero se enteran de que ella sabía que su esposo se iba a fugar, el gobierno oriental la metía presa, mandaba a los niños a un orfanato, y la torturarían hasta que ella confesara haber ayudado a su esposo a escapar del régimen Stasi de la DDR. Y si se iba madrugada a las oficinas del gobierno a decir que su esposo se había fugado, lo que le pasaría al papá de sus hijos era impensable, incontable. Pero ella tenía una responsabilidad como mamá de dos hijos chiquitos - así que se fue madrugada a la oficina del gobierno más cercana a confesar -¿delatar?- que su esposo se había ido durante la noche sin decirle nada.
Viendo su clara preocupación y honestidad, el gobierno le agradeció y la dejó ir. Hoy en día ella está casada con el señor que crió a sus dos hijos, a quien Michael llama papá, y tiene una vida feliz (a pesar de una crema de manos horrible). Pero no hay día en que no piense en lo que pasó. Han pasado 30 años y ni ella ni sus hijos tienen idea de dónde está el papá de Michael; si está vivo o muerto; si lo encontraron o no; si se enteró de lo que ella hizo o no. Son preguntas que se hace ella misma cuando se encuentra con la mente en blanco, y son preguntas que quizá jamás va a responder.
¿Y yo? ¿Yo qué hubiera hecho? ¿Delatar a mi esposo para salvar a mis hijos? ¿Irme con mi esposo y poner a mis hijos en riesgo? Antes de estar embarazada la respuesta para mi era clara: me voy con Honey. Pero ahora que soy responsable por #littleBabyHergett, la verdad es que no sé qué haría.
¿Y tu?
Piénsalo mientras te comes un banano.
Hablando de las cremas de manos, la mamá de Michael (nuestro amigo más cercano), esa sí es nacida y criada en la Alemania vieja, y cuando se cayó el muro ella ya era mamá de dos hijos, una mujer adulta, hecha y derecha. Ella sí fue de las que estaba toda emocionada por el capitalismo que abrió las puertas a las cinco marcas diferentes de cremas, y ella sí fue de las que compró las nuevas para probarlas - y quedó totalmente desilusionada con la propaganda capitalista. ¿De donde habían sacado los gringos (siempre los malos del paseo) que la crema de antes era mala, y que las cremas nuevas eran mejores? Ella pone el ejemplo de la crema de manos porque es su ejemplo preferido: ella usaba su crema de siempre, y un día le fue "infiel" y compró las nuevas, las "gringas", y fueron horribles. Olían feo, no se absorbían bien, se sentían demasiado aceitosas... total, horrible. Lo peor. Ella fue de las que libremente se quedó con lo viejo, y no porque sea mejor malo conocido, sino porque después de haberlo probado todo, se dio cuenta de que no lo "viejo" por ser "viejo" era necesariamente malo. Ya la crema que usaba no la producen más y ahora le toca conformarse con una "gringa" horrible.
Y el cuento final, también de la mamá de Michael, es el cuento que más me ha marcado - y me deja siempre con la pregunta, ¿qué haría yo en ese caso? Ella era esposa de un miembro de la Staatssicherheit, la Stasi, la organización policía y militar de la Alemania comunista (DDR). Una de las cosas particulares (una de miles de cosas particulares) de la Stasi, y de la DDR en general, es que una vez eres Stasi, eres Stasi por siempre - no "renuncias" ni te "despides" ni nada de eso. Eres Stasi y mueres Stasi. Viendo que la cosa ya se ponía seria y grave en la Alemania oriental, y que ya ser Stasi no era un tema de orgullo sino más bien de vergüenza y miedo, una noche, muy tarde, el señor despertó a su esposa y le dijo, "Despierta a los niños que nos vamos." Ella, todavía medio dormida y confundida, le dijo, "¿Qué quiénes nos vamos y a dónde?" Él le dijo, "Baja la voz. Nos vamos. Ya." Ella, ya despierta y muerta del miedo viendo los ojos aterrados de su esposo, del papá de sus dos hijos, le dijo, "No." El señor la miró, y sin decir palabra, se fue.
Ella no volvió a dormir, sino que se quedó pensando toda la noche en lo que había pasado y en lo que tendría que pasar. Si se hubiera ido con su esposo (que ya no era una posibilidad), hubieran estado los cuatro corriendo y escondiéndose toda la vida. Si no dice nada a nadie, pero se enteran de que ella sabía que su esposo se iba a fugar, el gobierno oriental la metía presa, mandaba a los niños a un orfanato, y la torturarían hasta que ella confesara haber ayudado a su esposo a escapar del régimen Stasi de la DDR. Y si se iba madrugada a las oficinas del gobierno a decir que su esposo se había fugado, lo que le pasaría al papá de sus hijos era impensable, incontable. Pero ella tenía una responsabilidad como mamá de dos hijos chiquitos - así que se fue madrugada a la oficina del gobierno más cercana a confesar -¿delatar?- que su esposo se había ido durante la noche sin decirle nada.
Viendo su clara preocupación y honestidad, el gobierno le agradeció y la dejó ir. Hoy en día ella está casada con el señor que crió a sus dos hijos, a quien Michael llama papá, y tiene una vida feliz (a pesar de una crema de manos horrible). Pero no hay día en que no piense en lo que pasó. Han pasado 30 años y ni ella ni sus hijos tienen idea de dónde está el papá de Michael; si está vivo o muerto; si lo encontraron o no; si se enteró de lo que ella hizo o no. Son preguntas que se hace ella misma cuando se encuentra con la mente en blanco, y son preguntas que quizá jamás va a responder.
¿Y yo? ¿Yo qué hubiera hecho? ¿Delatar a mi esposo para salvar a mis hijos? ¿Irme con mi esposo y poner a mis hijos en riesgo? Antes de estar embarazada la respuesta para mi era clara: me voy con Honey. Pero ahora que soy responsable por #littleBabyHergett, la verdad es que no sé qué haría.
¿Y tu?
Piénsalo mientras te comes un banano.
Muy chevere como siempre...pero tengo un nitpick...creo que la Stasi como tal no tenía vinculos con los Nazi sino más bien con los Sovieticos y Comunistas...era la agencia de inteligencia de Alemania del Este, y los que no eran espias, eran policia secreta...tipo de eprsonas que se ganan muchos enemigos y muy probablemente a don esposo de mamá de Michael no lo estaba buscando precisamente el gobierno...aun así el hecho de tener que escoger es demasiado complicado.
ResponderBorrarTienes TODA la razón, y es más, si lo vuelves a leer, verás que he hecho la corrección. ¡GRACIAS!
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