#littleBabyHergett cumple 6 semanas. En las pasadas seis semanas, la pregunta que más nos hemos formulado Honey y yo ha sido, "¿Qué estoy haciendo mal?"
Cuando él llora, nos preguntamos qué estamos haciendo mal, y cómo hacemos para que no llore más. Que si lo alimentamos, que si lo cambiamos, que si lo cargamos, que si lo paseamos, que si lo bañamos... y cuando ya lo hemos hecho todo, nos preguntamos si el otro lo haría mejor - que si Honey lo carga mejor, o que si yo lo paseo mejor, o que si la abuela le canta mejor... y entonces hacemos todo de nuevo.
Y #littleBabyHergett sigue llorando.
Entonces es inevitable sentarnos, frustrados e impotentes, y mirarnos fijamente - Honey a mi y yo a Honey - y preguntarnos, en serio en serio, qué es lo que estamos haciendo mal.
Porque claramente algo estamos haciendo mal. ¿Cierto? Si no, el bebé no lloraría tanto.
Claro que, resulta (y aquí se deben estar riendo un poquito todos los padres de familia) que los bebés lloran. Lloran porque sí. Lloran porque no. Lloran por hambre y por llenura y por frío y por calor y por gadejo y porque lo carguen y porque no lo carguen más y porque porque porque...
Una amiga llama a esta situación "La Hora del Gato" - una hora (que no necesariamente dura una hora reloj, ni tampoco necesariamente es a una hora específica) en la que el bebé simplemente no se halla. Nada le satisface. Nada le place.
Y entonces llora.
Llora ful.
Y no hay nada ni nadie que lo calme.
Las canciones no sirven, los besos curativos no sirven, los paseos no sirven, la comida no sirve... Nada sirve.
Y por eso es que nos preguntamos si estamos haciendo algo mal. Y si sí, qué es lo que estamos haciendo mal. Y ajá, cómo lo resolvemos.
La verdad es que no estamos haciendo nada mal - todavía. No estamos haciendo nada mal, y todo lo que hacemos lo hacemos con amor y con las mejores intenciones.
Pero entonces #littleBabyHergett vuelve a llorar...
Y yo, con el bebé en los brazos, miro a Honey y le pregunto, "¿Qué estoy haciendo mal?"
"Nada," dice él.
Nada.
Eso no me calma, pero me tranquiliza. Y Honey me mira con amor, y mira a su hijo con amor, y ve que no estamos haciendo nada mal. Ni él ni yo. Y ya se está calmando el bebé en mis brazos con las caricias del papá, y ya lentamente - ful lentamente - la cosa va mejorando.
Pero no puedo evitar pensar, "¿Qué estoy haciendo mal?"
Cuando él llora, nos preguntamos qué estamos haciendo mal, y cómo hacemos para que no llore más. Que si lo alimentamos, que si lo cambiamos, que si lo cargamos, que si lo paseamos, que si lo bañamos... y cuando ya lo hemos hecho todo, nos preguntamos si el otro lo haría mejor - que si Honey lo carga mejor, o que si yo lo paseo mejor, o que si la abuela le canta mejor... y entonces hacemos todo de nuevo.
Y #littleBabyHergett sigue llorando.
Entonces es inevitable sentarnos, frustrados e impotentes, y mirarnos fijamente - Honey a mi y yo a Honey - y preguntarnos, en serio en serio, qué es lo que estamos haciendo mal.
Porque claramente algo estamos haciendo mal. ¿Cierto? Si no, el bebé no lloraría tanto.
Claro que, resulta (y aquí se deben estar riendo un poquito todos los padres de familia) que los bebés lloran. Lloran porque sí. Lloran porque no. Lloran por hambre y por llenura y por frío y por calor y por gadejo y porque lo carguen y porque no lo carguen más y porque porque porque...
Una amiga llama a esta situación "La Hora del Gato" - una hora (que no necesariamente dura una hora reloj, ni tampoco necesariamente es a una hora específica) en la que el bebé simplemente no se halla. Nada le satisface. Nada le place.
Y entonces llora.
Llora ful.
Y no hay nada ni nadie que lo calme.
Las canciones no sirven, los besos curativos no sirven, los paseos no sirven, la comida no sirve... Nada sirve.
Y por eso es que nos preguntamos si estamos haciendo algo mal. Y si sí, qué es lo que estamos haciendo mal. Y ajá, cómo lo resolvemos.
La verdad es que no estamos haciendo nada mal - todavía. No estamos haciendo nada mal, y todo lo que hacemos lo hacemos con amor y con las mejores intenciones.
Pero entonces #littleBabyHergett vuelve a llorar...
Y yo, con el bebé en los brazos, miro a Honey y le pregunto, "¿Qué estoy haciendo mal?"
"Nada," dice él.
Nada.
Eso no me calma, pero me tranquiliza. Y Honey me mira con amor, y mira a su hijo con amor, y ve que no estamos haciendo nada mal. Ni él ni yo. Y ya se está calmando el bebé en mis brazos con las caricias del papá, y ya lentamente - ful lentamente - la cosa va mejorando.
Pero no puedo evitar pensar, "¿Qué estoy haciendo mal?"
Y saber que dentro de 30 años estarás recordando estos momentos como si los estuvieras viviendo en ese momento, entonces realmente confirmarás que "no estás haciendo nada mal". Estoy tan AGRADECIDA de estar teniendo esta oportunidad de estar con ustedes y compartir con #LittleBabyHergett así yo podré confesarle que su papá y su mamá estuvieron siempre pendientes de "no hace nada mal" por eso a ratos no se daban cuenta que lo estaban haciendo bien. #SoyLaAbuela
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