Aunque Kiel fue fundada en 1242, y Barranquilla en 1813 (aunque desde 1533 Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés empieza a escribir sobre ella), a Kiel le falta mucho camino por recorrer para ser como Barranquilla.
Para que Kiel sea como Barranquilla, le falta el mango. Le falta el vendedor de mango en la esquina--en cada esquina--, el jugo'e'mango, y el palo'e'mango. Y del palo'e'mango le falta la hamaca que cuelga, y de la hamaca que falta, falta también el que hace la siesta mecido por el vaivén de la brisa decembrina que va de noviembre a abril, y que se mete en trance con la flauta'e'millo o el acordión que siempre suena en alguna parte.
Ay, pero es que ya quisieran Kiel y sus kieleños ser como Barranquilla para tener corozo y maracuyá, para tener mamón y piña (para la niña); para tener rajpao de cola con leche (y por $500 más, un poquito más de leche) y diabolines (que aunque no son precisamente barranquilleros, sólo por poder enfatizar mi punto voy a robarme los derechos); para tener borracho en vez de postre de las tres leches (que es casi lo mismo, ¿no?), y para poder comprar alegría en la calle--junto con la cocá y el caballito.
Ojalá algún día Kiel pueda ser como Barranquilla, para que pueda vivenciar y experienciar (¡que sí es una palabra!) un patacón con queso de los que venden en Puerto Colombia, o de los que hace mi mamá o mi tía Tuty. Pero con queso queso, queso que sabe a puro ganao, como dice el señor que me vendía la libra en la esquina del Parque de la Electrificadora. Ese queso que es durito pero suavecito, un poquito cauchudo pero que se deshace en la boca, de ese que tiene la cantidad de sal justa. Ese queso que de verdá verdá sirve para hacer buñuelos (no como los hacen los cachacos, con queso insípido y sin sal--wacala) y para hacer arepe'queso, y que con la butifarra o en matrimonio con el bollo'e'mazorca sabe a gloria, y hasta hace que el bollo limpio sepa rico. A mi que no me den más emental ni jarlsberg ni tilsiter ni gouda ni nada de esas cosas raras con moho y olores raros. A mi que me den mi queso hecho con las manos y que sabe a ganao.
Aquí en Kiel hacen fritanga con carne de hamburguesa y con salchichas; pero una fritanga de verdá verdá sólo se ve en la Capital de la República del Atlántico, con arepe'huevo (que yo sé que la más rica es del Luruaquito, pero también me voy a tumbar los derechos) y chicharrón de La Tiendecita, de ese que uno nada más mira y ya se siente enfermo, pero ¡uy! que si vale la pena la enfermada. Y la galleta griega de postre, porque a veces no alcanza el capital para dulcerna o para margarita saieh de jassir. Anda, es que si yo pudiera pedir un deseo, uno solito, sería que mi mamá me trajera galleta griega (ahí está la malicia indígena del costeño, es un dojenuno: mi mamá viene y me trae mi galleta). Y para la merienda de más tarde unos pandeyucas o rosquitas.
En Kiel hay también mar y río, entonces va en buen camino para ser como la Puerta de Oro de Colombia. Pero en Kiel no hay Hombre Caimán, ni hay sirenas que vienen hacia mi para atraparlas en mi red marinera, ni hay mojarra ni pargo rojo para comerse en Las Flores mirando el río yéndose a su romántico encuentro con el mar en Bocas de Ceniza.
Tanto tiempo que pasé queriendo salir de Barranquilla, buscando excusas y razones, para ahora estar sentada en una ciudad muy parecida a Barranquilla, pero que está a años luz de ser Barranquilla. Es que la gente que vive en Kiel vive frustrada, sin saberlo; vive frustrada porque en algún lugar muy dentro de su corazón sabe que Kiel nunca será Barranquilla. En Kiel hay Kieler Woche pero no hay Carnaval de Barranquilla. En Kiel hay moras, pero no hay jugo'e'mora en leche ni en agua, de ese de verdá verdá que una señora te hace en su tienda, pa' que tu veas que sí es fresco. Sin fecha de vencimiento, sin empaque tetrapak ultrapasteurizado ni conservantes ni nada de esas cosas sintéticas. Se le añade ful azucar y una carrandanga de sabor. Y si lo hace Carmen, le añade ful ful azúcar y una carrandanga de amor. Si no pregúntenle a ella por qué es que ella hace el jugo'e'corzo más delicioso de todo el mundo. Y el mundo es bien grande y yo soy bien viajada.
Kiel tiene cosas buenas, es cheverita, es un buen lugar para vivir. Pero cuando yo sea grande, quiero vivir en Barranquilla. Y cuando Kiel sea grande, quiere ser como Barranquilla.
Para que Kiel sea como Barranquilla, le falta el mango. Le falta el vendedor de mango en la esquina--en cada esquina--, el jugo'e'mango, y el palo'e'mango. Y del palo'e'mango le falta la hamaca que cuelga, y de la hamaca que falta, falta también el que hace la siesta mecido por el vaivén de la brisa decembrina que va de noviembre a abril, y que se mete en trance con la flauta'e'millo o el acordión que siempre suena en alguna parte.
Ay, pero es que ya quisieran Kiel y sus kieleños ser como Barranquilla para tener corozo y maracuyá, para tener mamón y piña (para la niña); para tener rajpao de cola con leche (y por $500 más, un poquito más de leche) y diabolines (que aunque no son precisamente barranquilleros, sólo por poder enfatizar mi punto voy a robarme los derechos); para tener borracho en vez de postre de las tres leches (que es casi lo mismo, ¿no?), y para poder comprar alegría en la calle--junto con la cocá y el caballito.
Ojalá algún día Kiel pueda ser como Barranquilla, para que pueda vivenciar y experienciar (¡que sí es una palabra!) un patacón con queso de los que venden en Puerto Colombia, o de los que hace mi mamá o mi tía Tuty. Pero con queso queso, queso que sabe a puro ganao, como dice el señor que me vendía la libra en la esquina del Parque de la Electrificadora. Ese queso que es durito pero suavecito, un poquito cauchudo pero que se deshace en la boca, de ese que tiene la cantidad de sal justa. Ese queso que de verdá verdá sirve para hacer buñuelos (no como los hacen los cachacos, con queso insípido y sin sal--wacala) y para hacer arepe'queso, y que con la butifarra o en matrimonio con el bollo'e'mazorca sabe a gloria, y hasta hace que el bollo limpio sepa rico. A mi que no me den más emental ni jarlsberg ni tilsiter ni gouda ni nada de esas cosas raras con moho y olores raros. A mi que me den mi queso hecho con las manos y que sabe a ganao.
Aquí en Kiel hacen fritanga con carne de hamburguesa y con salchichas; pero una fritanga de verdá verdá sólo se ve en la Capital de la República del Atlántico, con arepe'huevo (que yo sé que la más rica es del Luruaquito, pero también me voy a tumbar los derechos) y chicharrón de La Tiendecita, de ese que uno nada más mira y ya se siente enfermo, pero ¡uy! que si vale la pena la enfermada. Y la galleta griega de postre, porque a veces no alcanza el capital para dulcerna o para margarita saieh de jassir. Anda, es que si yo pudiera pedir un deseo, uno solito, sería que mi mamá me trajera galleta griega (ahí está la malicia indígena del costeño, es un dojenuno: mi mamá viene y me trae mi galleta). Y para la merienda de más tarde unos pandeyucas o rosquitas.
En Kiel hay también mar y río, entonces va en buen camino para ser como la Puerta de Oro de Colombia. Pero en Kiel no hay Hombre Caimán, ni hay sirenas que vienen hacia mi para atraparlas en mi red marinera, ni hay mojarra ni pargo rojo para comerse en Las Flores mirando el río yéndose a su romántico encuentro con el mar en Bocas de Ceniza.
Tanto tiempo que pasé queriendo salir de Barranquilla, buscando excusas y razones, para ahora estar sentada en una ciudad muy parecida a Barranquilla, pero que está a años luz de ser Barranquilla. Es que la gente que vive en Kiel vive frustrada, sin saberlo; vive frustrada porque en algún lugar muy dentro de su corazón sabe que Kiel nunca será Barranquilla. En Kiel hay Kieler Woche pero no hay Carnaval de Barranquilla. En Kiel hay moras, pero no hay jugo'e'mora en leche ni en agua, de ese de verdá verdá que una señora te hace en su tienda, pa' que tu veas que sí es fresco. Sin fecha de vencimiento, sin empaque tetrapak ultrapasteurizado ni conservantes ni nada de esas cosas sintéticas. Se le añade ful azucar y una carrandanga de sabor. Y si lo hace Carmen, le añade ful ful azúcar y una carrandanga de amor. Si no pregúntenle a ella por qué es que ella hace el jugo'e'corzo más delicioso de todo el mundo. Y el mundo es bien grande y yo soy bien viajada.
Kiel tiene cosas buenas, es cheverita, es un buen lugar para vivir. Pero cuando yo sea grande, quiero vivir en Barranquilla. Y cuando Kiel sea grande, quiere ser como Barranquilla.
OMG... definitivamente te educamos muy bien. Esas "untadas de país" dejaron huella, de pronto dejaron cicatriz, pero de que dejaron algo, no hay duda. Me encantó lo que acabo de leer, que bueno que sea TAN difícil traducirlo para que esos Kielenses no se depriman simplemente por ni siquiera poder encontrar la palabra que realmente describa lo que quieres decir... como "experienciar" por ejemplo, o "dojenuno". Wow... me encantó y of course se me agüaron los ojos...
ResponderBorrarSolo por comentario , los buñuelos solo se pueden hacer con queso costeño jejejejeje te amo sigue escribiendo que lo haces muy bn te amo
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