Ir al contenido principal

Natalya Victoria I (?)

Odio la literatura victoriana. Tomé un semestre entero sobre ese tema, y aunque mi profesora--la directora de la Escuela de Artes y Letras de Augusta State University, con doctorado en literatura victoriana--era un genio literario, encantadora (irónicamente, negra y regordeta, con ese acento sureño que sólo oímos en las películas y creemos que es exagerado) y estaba siempre muy bien preparada para cada clase, no logré disfrutarla ni un poquitico. Por mi necesidad de superar expectativas (las mías, ante todo) y mi objetivo de graduarme con todos los honores, leí los autores que nos asignó (a veces novelas completas, a veces apartes): Joseph Conrad, George Elliot, Alfred Lord Tennyson, Thomas Hardy, Christina Rossetti, Elizabeth Barrett Browning, Robert Browning, Charles Dickens, H. G. Wells, Lewis Carroll, Oscar Wilde, Sir Arthur Conan Doyle, Bram Stoker...

No me gusta retractarme, pero me toca: No puedo decir que "odio la literatura victoriana", pero luego decir que en realidad soy amante de la poesía (y la historia) de Elizabeth Barrett Browning; y seguir diciendo que Sir Arthur Conan Doyle, Lewis Carroll y Oscar Wilde son genios...

Bueno--voy a empezar este Post de nuevo:

No me gusta la cultura de la época victoriana. Es más, me disgusta tanto, que ni siquiera voy a usar mayúsculas cuando utilice el término. Y la cultura a la que hago referencia (y la razón por la que empecé este post como lo hice) es aquella descrita en las novelas de Conrad, Hardy y Elliot, y en los poemas de R. Browning, Rossetti y Tennyson.

Para empezar, a estos escritores les pagaban por página--de modo que no es de sorprenderse que haya tantas novelas victorianas de más de 600 páginas. Si a mi me pagaran por escribir, también usaría capítulos enteros para describir el verde de la grama verde que reposa en mi verde jardín verde; y hablaría sobre los amarillos rayos del sol amarillo que caen sobre el verde de la grama verde que reposa en mi verde jardín verde. Y no pasa nada. Listo, cae el rayo de sol sobre la bendita grama esa, pero más allá de eso, no pasa nada. Tuve una especia de déja vu cuando estaba leyendo "Amanecer", de Stephenie Meyer (la autora de la Twilight saga, para los no familiarizados con el tema. Si, sí, sí: leí a Harry y leí a Edward...), porque la novela transcurre en más de 800 páginas en las que hay tres eventos importantes--y el tercer evento es que no pasa nada.

Volviendo a mi punto, la cultura es la que no me gusta. Para los no muy familiarizados con el tema, aquí va el resumen más corto posible: La época victoriana se refiere al periodo en Inglaterra bajo el reino de la Reina Victoria (1837-1901). Fue un periodo de mucho dinero para el país y para los ingleses, debido a los ingresos traídos a la madre patria de las colonias en el extranjero, y por el boom de la revolución industrial. La gente se preocupaba entonces por vivir bien, pero se preocupaban más (y se preocupaban mucho) por poder vivir bien en el futuro. Los bancos adquirieron su mayor poder y credibilidad, las inversiones por personas "normales" se dispararon, y ajá, los matrimonios para títulos y no por amor también se exageraron. (Creo que los únicos que sí se casaron por amor en esa época fueron Elizabeth Barrett y Robert Browning. Pero cabía la maravillosa coincidencia de que Robert estaba tapado en plata y era apuesto, y era un poeta y escritor reconocido... o sea, ¿quién no se hubiera enamorado de él? Pero él... él se casó con una tipita más bien feíta, mayor que él, sin un centavo en el bolsillo, con una enfermedad degenerativa que la hacía un poco encorvada, pero que escribía poesía desde el fondo del alma. Él la salvó al estilo Rapunzel, porque el papá, por pena, la tenía escondida. Ella logró publicar algunos de sus poemas en una revista local, bajo un pseudónimo, y él la encontró. Cuento de hadas total...) Los victorianos querían tener un buen futuro, seguir con su buen estatus de viejos, poder seguir con sus casas y sus criados sin tener que seguir trabajando toda su vida. Era importante ver y ser vistos, de modo que las artes (que realmente siempre han sido un tema de importancia socio-cultural en Inglaterra) se volvieron aún más visibles y vistosas. Fue por esta misma época que el concepto del "cuento corto" salió a relucir, para contrarrestar la larguísima novela, y como las imprentas ya eran cosa "vieja", tener libros y acceso a material impreso no costaba tanto: casi todo el mundo (que supiera leer) podía leer. Las revistas, los diarios, los cómics, todos tuvieron su nacimiento en esta época... Y por eso, los cafés--y la idea del café--se volvieron sitio de reunión, para ver y ser vistos. La gente antes tomaba vino; pero se dieron cuenta que el vino los volvía soñolientos y los hacía no estar en sus cabales todo el tiempo. Trajeron entonces del nuevo mundo (y de Arabia también) esta nueva bebida, el café, que los mantenía despiertos y cuerdos por horas y horas. Esa era la típica vida victoriana.

Recientemente le escribí un email a un amigo, haciéndole una consulta sobre una inversión que quería hacer. Él es economista, y es la persona de mi generación más inteligente que conozco. Él me respondió casi de inmediato con su sugerencia con respecto a mi inversión (siguiendo su consejo, no hice la inversión) y me dio a leer este artículo. Me llegó justo después de haber pasado casi dos horas con una amiga en un café, tomando café (yo nunca tomo café), hablando de planes para el futuro.

Oh. Por. Dios.

Me he convertido casi casi en lo que más odio.

Soy la victoriana del Siglo XXI.

El artículo me describe casi perfecto... sólo que no estoy en Bogotá. Ni soy cachaca.

Yo soy de esas que habla del CDT y de la inversión y de la cuenta de pensiones voluntarias y el ahorro programado. Yo soy la que tiene un cuadrito de excel en el escritorio con el presupuesto del mes, y uno de los rubros es "ahorro mensual", y al final hay un rubro extra: "Ahorro Adicional". Yo soy la que quiere no salir a tomarme una piña colada hoy, porque mejor esos cinco euros los ahorramos para salir mañana porque hay Happy Hour 2x1.

Gosh, qué aburrida me he vuelto.

Pero, ¿es acaso malo? Todo eso que yo odiaba de esa época, todo eso que me volvía loca; ese orden insoportable, esa necesidad de planear todo, de arreglar todo, ese excesivo y estricto modo de vivir... ¿es tan malo?

Dice el artículo que los jóvenes de 26 años deberían estar andando en chancletas y shorts surferos, con el pelo largo y aretes, pensando dónde pasar las próximas vacaciones, y qué pueden hacer con los mil pesos que tienen--en monedas--en el bolsillo.

Cuando leí a los victorianos, tenía 19 años. Estaba haciendo todo lo contrario a lo que ellos hacían. Yo estaba viviendo como loca, andando en chancletas, disfrutando cada momento (y me acuerdo que hubo un día en que de verdad de verdad no tenía sino 50 cents en mi cartera, y faltaba como una semana para que me entrara plata...) y no tenía ningún plan. Mi "futuro" era el examen de mañana o la fiesta del viernes. ¿Se supone que eso es lo que debo seguir haciendo a mis 23-por-quinta-vez años?

Hay varias cosas que considerar.

La primera: Quizás si leo a los victorianos ahora "de vieja" podría apreciarlos mucho más, y entendería su necesidad de seguridad y orden. Hasta la compartiría, maybe.

La segunda: Creo que una pelaita de 19 años preocupándose por una pensión voluntaria es un poquito precoz; pero creo que una vieja de 23-por-quinta-vez años tiene que empezar a pensar ya en su futuro: carrera, familia, estatus...

La tercera: Quizás la necesidad de seguridad no es mala, y quizás nunca debe ser considerada precoz. Aunque mi hermana viva con mis papás, debe estar preocupada por su futuro, al igual que yo--la hija pródiga--del mío. La forma como el artículo nos caracteriza no es quizás la más acertada, porque lo dice como si fuésemos a perdernos de muchas cosas "locas" y "desenfrenadas" que deberíamos estar viviendo ahora en vez de estar pensando en el ahorro programado.

De pronto los victorianos del Siglo XXI tenemos algo que los victorianos de antes no tenían: somos multitaskers. Podemos pensar en el ahorro programado y en la fiesta del juernes al mismo tiempo. Para eso tenemos BBs y iPhones, con alertas audibles. Y para eso está también Facebook y Twitter, y el inmortal MSN.

Pero de pronto sí soy un poquito aburrida. De pronto sí me dan miedo los riesgos (tan es cierto que no invertí mis ahorros en el Wertkonzept). De pronto sí me estoy perdiendo de cosas. Pero en mis pasados 23 años (23 por primera vez, por segunda vez, por tercera vez y por cuarta vez) he hecho tantas cosas locas--y en cuatro continentes--que maybe ya es hora, a los 23 por quinta vez, de hacer las cosas bien.

Maybe.

Como dije antes: La literatura siempre te dará la respuesta.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

de cómo nos conocimos (o, la infame historia del Bar Swinger)

Podría (debería) ser un tanto melodramática y describir la fría noche de otoño en que el universo conspiró a nuestro favor (y en contra de otros). Pero vamos, es Cajicá -- siempre hace frío. Y vamos, es Colombia -- realmente no hay temporadas. Entonces no, no. Dejemos la poesía de lado porque mucho tuvo esa noche, pero nada fue romance, nada fue amoroso, nada fue poético. A menos que la lujuria y lo carnal sean poético hoy en día. Yo salí con mi prima, él con su mejor amigo. Yo quería una noche de tragos y amigas, él (como buen gavilán pollero) iba en busca de pollitas. Yo ni me di cuenta de su llegada, él vio una mini falda y botas altas de cuero. Pero no nos adelantemos a los hechos. Esta historia es como la del Titanic, porque todos sabemos que el barco se hunde ( OMG, spoiler alert! ), pero nadie sabe cómo pasa eso. Y como toda historia, es una historia de amor. Todas las historias son historias de amor. Una noche de septiembre hace 6 años, mi prima me comentó que un amigo su

Stitch me ama

Estuvimos en Eurodisney en París la semana pasada. Fue una aventura impresionante - para mi, volver a vivir la emoción de Disney después de 14 años de no vivirla. Para Honey, descubrir a Mickey por primera vez. Si bien tuvimos una reunión privada con Mickey, con Buzz Lightyear y con Jack y Sally, tuvimos una experiencia increíble con Stitch. Resulta que Stitch se escapó de la estación espacial, robándose la nave de Capitán. Pero nosotros (Honey y yo, junto con Joaquín, el ayudante de la estación en la tierra donde podíamos comunicarnos con Stitch, y los otros tripulantes) logramos establecer comunicación satelital con Stitch. Y como la tecnología de hoy en día es maravillosa, no sólo teníamos audio, sino que podíamos vernos: nosotros a Stitch, y Stitch a nosotros. Más o menos así se veía: Stitch estaba sorprendido de ver a tanta gente en la estación, y pidió que se les presentara. Habló con un niño de Inglaterra, con una niña de Rusia, y con otra niña también de Inglater

Analizando los CantiCuentos

Yo le canto ful a #littleBabyHergett. A mi me gusta, y creo que a él le gusta. Bueno, él no tiene opción, realmente. Tengo un repertorio chévere de CantiCuentos - de esos que yo escuchaba cuando era chiquita. Pero a veces me quedo sin ideas y recurro al himno de Barranquilla, al de Colombia y al de los Estados Unidos (en ese orden de importancia), y cuando me quedo más sin ideas recurro a "Ironic" de Alanis Morissette. Y cuando la cosa está grave grave, hago un recuento de mis acciones al ritmo de la conga: " ¡Va-mos a cam-biar-nos!  ¡Va-mos a cam-biar-nos!  ¡Va-mos a cam-biar-nos! " Pobre #littleBabyHergett. No lleva ni tres meses el pelao y yo ya le he cantado las mismas canciones tantas veces que estoy casi segura que las reconoce. Y de tanto repetirlas, me he puesto a analizarlas - atención: ser literata no ayuda para nada cuando una se pone a analizar canciones que se le cantan a un bebé a las 3 de la madrugada para intentar dormirlo. Empiezo con el Negro C