Antes de seguir aquí, te invito a que visites el Blog de mi amiga, colega, "vecina" (en Hamburgo, eso es más o menos vecina, ¿cierto?), y compañera paisa, Catalina Velásquez, Plasmado en Papel, donde ella expone la pregunta de acuerdo a su experiencia (EE.UU., Finlandia, Dinamarca, Suecia y ahora Alemania). Debido a que ella pregunta a sus lectores y seguidores a qué se nos ha dificultado adaptarnos, yo me tomo la libertad de plagiar su título y contestarle con un Blog.
Para mi, depende ful, ful del país al que uno se tenga que adaptar. Este ha sido mi recorrido, y estos han sido mis problemas de adaptación...
2001-2005: Augusta, Georgia, EE.UU.
Yo fui una de esas "gringuitas guanabí" de las que la gente se burla: yo era de las que viajaba con alguna frecuencia a USA (ni siquiera Estados Unidos, o sea, /iu-es-ei/), de las que hablaba (y todavía lo hace) más inglés que español, que siente que lee y escribe mejor y más rápido en inglés que en español, que siente rabia y felicidad mejor en inglés que en español; de esas que ve demasiadas películas gringas y que piensa que pertenece más allá que acá; y de esas que apenas pudo se fue pa'llá. La cultura no fue un problema: con un buen God Bless America y un buen Bless your heart, ya yo era uno de ellos. La comida no fue un problema (bueno, para mi salud sí lo fue, pero de resto, uf, ningún problema. A mi que me den Zebra Cakes y Wendy's el resto de la vida). El idioma no fue un problema - whatever! Pero, ah, el acento... Es que eso no nos lo enseñan en el colegio. No, mijita, eso fue pero la qué semejante sorpresa. Después de sentirme con un súper poder de bilingüe y tal, me dieron semejante despertada: o sea, Natalya, ¡despiértate y huele el café! La gente no dice /jai/ para decir "hola", como nos enseñan en el colegio; dicen /jaaaaa/, y entre más alargado el sonido de la vocal, más sincero es el saludo. La gente no dice "Come here and give me a hug", dicen "C'mon-un-gimme-sum-shugah!". La gente no dice "ajá", dicen /eeeeimén/. Es que en Augusta, /llou-lle-ah/, no se habla inglés: se habla sureño. Y eso, uf, eso es algo a lo que en 4 años no me pude adaptar. Pero también es lo que más extraño de mi vida allá: el sureño. Extraño cómo dicen mi nombre; no es el simple y aburrido Natalya - no, allá son /neaaat/ o /neaaati/, o, mi preferido, /nu-TAH-li-uh/.
2005-2006: Lampang, Tailandia
Aquí si me toca ser de lo más aburrida y normal y predecible y decir que la comida. No, no, no, es que ese sí que fue un Karma el que yo pagué viviendo allá. Para empezar, el plato principal es algún tipo de verdura. Es decir, ya la cosa está grave. Para continuar, todo, todo, todo se acompaña con arroz. Rico, pero, ajá, de vez en cuando aguanta una papita salada, una papita frita, un purecito... pero allá no hay papas. Las que hay en McDonald's cuestan un ojo de la cara y no son ricas. Es más, la comida de McDonald's no sabe igual. Para hacer el cuento más grave todavía, para ellos el concepto de "adobo" o "condimento" se resume en una palabra: picante. Ellos no tienen el concepto de sal, orégano, pimientica... no. No. No. Es puro picante. No es de sorprenderse, entonces, que mi primera frase completa en tai fuera: "Mai pet, mai pet. Farang ging pet mai dai!" (Sin picante, sin picante, ¡la gringa no puede comer picante!) Eso fue un martirio: 11 meses y 20 días de sufrimiento. Pero bueno. Oírlos decir mi nombre, /allán-na-ta-LÍ-a-kah/, era chistosito.
2005 y 2006: dos meses en Cheung-Chon, Korea
Hice una visita alargada a una muy buena amiga que vivía en Korea mientras yo vivía en Tailandia. Debido a que las dos éramos profesoras de inglés en Asia, teníamos más o menos las mismas vacaciones, y yo disfruté de dos meses (no consecutivos) en Korea con ella. Lo más difícil allá fue adaptarme a tener, sí, tener que servir a los hombres: si salíamos a comer o a tomar con un grupo de koreanos, era mi deber (por ser no sólo la más jóven del grupo sino también la más nueva) servir el Soju a cada uno de los hombres, siempre usando ambas manos. Nooo, mijita, yo no nací para ser esclava de nadie. Y mucho menos nací para que me obliguen a servir a otros porque así es como son las cosas. Una cosa es que a mi me guste levantarme por las madrugadas a hacerle el café a Honey, porque me nace, porque me da la gana de hacerlo; y otra cosa es que por temas culturales me toque servirle a todos los hombres. No. Ah, y me decían sólo /nat/. Nada especial.
2006-2010: Bogotá D.C., Colombia
Puede parecer ridículo para los lectores que no son colombianos el ver que una colombiana note su capital como otro "país", pero es que cualquiera que conozca Bogotá sabe que los cachacos son otra especie. Y lo digo con amor, porque yo estoy enamorada de un cachaco (lo que pasa es que él se salva porque tiene ascendencia caleña y alemana, entonces no es tan tan cachaco). En todo mi tiempo en Bogotá no logré adaptarme al clima. No, llave, ¡qué frío tan impresionante! Claro que suena ridículo ahora que vivo en Alemania, pero en serio. No, no, no. Eso sí que fue otro Karma. Es que frío con buena ropa (como ahora) aguanta; pero frío con ropa de costeña sí es una tortura. Me acostumbré a la comida cachaca (pero es que la mazorca en pleno trancón de sábado soleado en carro sin aire sí es muy rica, y el ajiaco es wow), me acostumbré a su forma de hablar ("¿Sumercecita quiere un tintico o un periquito? ¿O le traigo una agüita? ¿Se le antoja alguito?"), y a mucho pesar de mi hermana hasta me adapté, hablando todo con diminutivos, igual que ellos: pancito, huevitos, heladito... todo ito, todo chiquito. Y odio, odio como me dicen: Nata. Como la nata, que a nadie le gusta.
Enero-Junio 2010: Barranquilla, Capital de la República del Atlántico, Puerta de Oro de Colombia
De nuevo puede parecer ridículo, pero es que volver a la casa, para colmo volver a la casa temporalmente, es como llegar a un nuevo país. La cultura, chévere. La comida, para chuparse los dedos (a pesar de mi dieta). El idioma, delicioso (es que eso sí es español). Pero a lo que no pude [volver a] adaptarme en Barranquilla fue a la falta de privacidad: de repente ya no era yo viviendo sola, conmigo, con mis cosas, con mi espacio. No: de repente era yo, miembro de una familia. Pero dicen mi nombre bonito.
Julio 2010: Madrid, España
Sólo un mes, tan sólo 30 días, y aunque Madrid es una de mis ciudades preferidas en el mundo (la arquitectura, la infraestructura, el clima - ah, ¡el clima!), los madrileños son terribles. Uish. Son groseros, antipáticos, contestan feo, y se creen la madrepatria. Bueno, son, en efecto, la madre patria. Pero eso sí fue para mi un shock fuerte: el segundo país más visitado de Europa (sólo precedido por Francia), y una de las ciudades más visitadas dentro del país, uno (como turista, y como turista de habla hispana, para colmo) esperaría que esta gente nos reciba con brazos abiertos: "¡Venga, tío! Gracias por venir a gastaros vuestros pesos, o vuestros reales, o vuestros bolívares, o cualquiera que sea vuestra devaluada moneda tercermundista, en nuestro país casi en quiebra. ¡Gracias por escogernos y por ayudarnos! ¡Que te lo digo yo, que sí que sí!" Pero no, reciben es con tres piedras en la mano; yo nunca me había sentido más orgullosa de nuestra independencia de la monarquía española como cuando me monté en el avión que me llevaba lejos de España. ¡Ya sé por qué es que nos independizamos! Porque no nos aguantamos el mal genio constante con que andan los madrileños. Y no le ponían ningún acento particular a mi nombre.
Agosto 2010 - Presente: Kiel, Alemania
Aquí a lo que más me ha costado trabajo adaptarme es al servicio médico. Es muy bueno, ¡pero es muy complicado! Y en gran parte es complicado porque para todo, para todo, toca ir al médico. Que no puedo dormir bien, quiero unas pastillitas ahí como cheverongas que me ayuden (ni siquiera estoy sugiriendo Xanax ni Zoloft ni nada de eso): necesita prescripción médica. Que necesito pastillas anticonceptivas: necesita prescripción médica. Que tengo gripa y necesito algo que me ayude: necesita prescripción médica. Que me duele la cabeza: necesita prescripción médica. Que me caí de la bicicleta y tengo un dolor muscular horrible: necesita prescripción médica. ¡OMG! ¡¿Qué le pasa a esta gente?! Yo creo que todos ganan comisión por prescripción médica. Alemania ha hecho que yo extrañe a todos mis otros países (excepto España), porque en todos podía recibir medicamentos súper chéveres sin prescripción médica. Uy, en Tailandia - WOW. Me dieron unas pastillas que me hicieron dormir por 14 horas. En Korea - WOW. Me dieron unas pastillas que me hicieron sentir cosquillitas ricas en los deditos de los piecesitos y de las manos, más chééééévere. Y en EE.UU., la tierra de los antialérgicos y antidepresivos y anti-todo, uf, allá sí me di yo la buena vida.
Ya ves, Cata. Te respondo tu pregunta con semejante ensayo... es que no se puede generalizar. En cada país es diferente. Y, ya ves, ese es el problema de hacerle preguntas a una persona cuya carrera, vida y futuro es escribir.
Para mi, depende ful, ful del país al que uno se tenga que adaptar. Este ha sido mi recorrido, y estos han sido mis problemas de adaptación...
2001-2005: Augusta, Georgia, EE.UU.
Yo fui una de esas "gringuitas guanabí" de las que la gente se burla: yo era de las que viajaba con alguna frecuencia a USA (ni siquiera Estados Unidos, o sea, /iu-es-ei/), de las que hablaba (y todavía lo hace) más inglés que español, que siente que lee y escribe mejor y más rápido en inglés que en español, que siente rabia y felicidad mejor en inglés que en español; de esas que ve demasiadas películas gringas y que piensa que pertenece más allá que acá; y de esas que apenas pudo se fue pa'llá. La cultura no fue un problema: con un buen God Bless America y un buen Bless your heart, ya yo era uno de ellos. La comida no fue un problema (bueno, para mi salud sí lo fue, pero de resto, uf, ningún problema. A mi que me den Zebra Cakes y Wendy's el resto de la vida). El idioma no fue un problema - whatever! Pero, ah, el acento... Es que eso no nos lo enseñan en el colegio. No, mijita, eso fue pero la qué semejante sorpresa. Después de sentirme con un súper poder de bilingüe y tal, me dieron semejante despertada: o sea, Natalya, ¡despiértate y huele el café! La gente no dice /jai/ para decir "hola", como nos enseñan en el colegio; dicen /jaaaaa/, y entre más alargado el sonido de la vocal, más sincero es el saludo. La gente no dice "Come here and give me a hug", dicen "C'mon-un-gimme-sum-shugah!". La gente no dice "ajá", dicen /eeeeimén/. Es que en Augusta, /llou-lle-ah/, no se habla inglés: se habla sureño. Y eso, uf, eso es algo a lo que en 4 años no me pude adaptar. Pero también es lo que más extraño de mi vida allá: el sureño. Extraño cómo dicen mi nombre; no es el simple y aburrido Natalya - no, allá son /neaaat/ o /neaaati/, o, mi preferido, /nu-TAH-li-uh/.
2005-2006: Lampang, Tailandia
Aquí si me toca ser de lo más aburrida y normal y predecible y decir que la comida. No, no, no, es que ese sí que fue un Karma el que yo pagué viviendo allá. Para empezar, el plato principal es algún tipo de verdura. Es decir, ya la cosa está grave. Para continuar, todo, todo, todo se acompaña con arroz. Rico, pero, ajá, de vez en cuando aguanta una papita salada, una papita frita, un purecito... pero allá no hay papas. Las que hay en McDonald's cuestan un ojo de la cara y no son ricas. Es más, la comida de McDonald's no sabe igual. Para hacer el cuento más grave todavía, para ellos el concepto de "adobo" o "condimento" se resume en una palabra: picante. Ellos no tienen el concepto de sal, orégano, pimientica... no. No. No. Es puro picante. No es de sorprenderse, entonces, que mi primera frase completa en tai fuera: "Mai pet, mai pet. Farang ging pet mai dai!" (Sin picante, sin picante, ¡la gringa no puede comer picante!) Eso fue un martirio: 11 meses y 20 días de sufrimiento. Pero bueno. Oírlos decir mi nombre, /allán-na-ta-LÍ-a-kah/, era chistosito.
2005 y 2006: dos meses en Cheung-Chon, Korea
Hice una visita alargada a una muy buena amiga que vivía en Korea mientras yo vivía en Tailandia. Debido a que las dos éramos profesoras de inglés en Asia, teníamos más o menos las mismas vacaciones, y yo disfruté de dos meses (no consecutivos) en Korea con ella. Lo más difícil allá fue adaptarme a tener, sí, tener que servir a los hombres: si salíamos a comer o a tomar con un grupo de koreanos, era mi deber (por ser no sólo la más jóven del grupo sino también la más nueva) servir el Soju a cada uno de los hombres, siempre usando ambas manos. Nooo, mijita, yo no nací para ser esclava de nadie. Y mucho menos nací para que me obliguen a servir a otros porque así es como son las cosas. Una cosa es que a mi me guste levantarme por las madrugadas a hacerle el café a Honey, porque me nace, porque me da la gana de hacerlo; y otra cosa es que por temas culturales me toque servirle a todos los hombres. No. Ah, y me decían sólo /nat/. Nada especial.
2006-2010: Bogotá D.C., Colombia
Puede parecer ridículo para los lectores que no son colombianos el ver que una colombiana note su capital como otro "país", pero es que cualquiera que conozca Bogotá sabe que los cachacos son otra especie. Y lo digo con amor, porque yo estoy enamorada de un cachaco (lo que pasa es que él se salva porque tiene ascendencia caleña y alemana, entonces no es tan tan cachaco). En todo mi tiempo en Bogotá no logré adaptarme al clima. No, llave, ¡qué frío tan impresionante! Claro que suena ridículo ahora que vivo en Alemania, pero en serio. No, no, no. Eso sí que fue otro Karma. Es que frío con buena ropa (como ahora) aguanta; pero frío con ropa de costeña sí es una tortura. Me acostumbré a la comida cachaca (pero es que la mazorca en pleno trancón de sábado soleado en carro sin aire sí es muy rica, y el ajiaco es wow), me acostumbré a su forma de hablar ("¿Sumercecita quiere un tintico o un periquito? ¿O le traigo una agüita? ¿Se le antoja alguito?"), y a mucho pesar de mi hermana hasta me adapté, hablando todo con diminutivos, igual que ellos: pancito, huevitos, heladito... todo ito, todo chiquito. Y odio, odio como me dicen: Nata. Como la nata, que a nadie le gusta.
Enero-Junio 2010: Barranquilla, Capital de la República del Atlántico, Puerta de Oro de Colombia
De nuevo puede parecer ridículo, pero es que volver a la casa, para colmo volver a la casa temporalmente, es como llegar a un nuevo país. La cultura, chévere. La comida, para chuparse los dedos (a pesar de mi dieta). El idioma, delicioso (es que eso sí es español). Pero a lo que no pude [volver a] adaptarme en Barranquilla fue a la falta de privacidad: de repente ya no era yo viviendo sola, conmigo, con mis cosas, con mi espacio. No: de repente era yo, miembro de una familia. Pero dicen mi nombre bonito.
Julio 2010: Madrid, España
Sólo un mes, tan sólo 30 días, y aunque Madrid es una de mis ciudades preferidas en el mundo (la arquitectura, la infraestructura, el clima - ah, ¡el clima!), los madrileños son terribles. Uish. Son groseros, antipáticos, contestan feo, y se creen la madrepatria. Bueno, son, en efecto, la madre patria. Pero eso sí fue para mi un shock fuerte: el segundo país más visitado de Europa (sólo precedido por Francia), y una de las ciudades más visitadas dentro del país, uno (como turista, y como turista de habla hispana, para colmo) esperaría que esta gente nos reciba con brazos abiertos: "¡Venga, tío! Gracias por venir a gastaros vuestros pesos, o vuestros reales, o vuestros bolívares, o cualquiera que sea vuestra devaluada moneda tercermundista, en nuestro país casi en quiebra. ¡Gracias por escogernos y por ayudarnos! ¡Que te lo digo yo, que sí que sí!" Pero no, reciben es con tres piedras en la mano; yo nunca me había sentido más orgullosa de nuestra independencia de la monarquía española como cuando me monté en el avión que me llevaba lejos de España. ¡Ya sé por qué es que nos independizamos! Porque no nos aguantamos el mal genio constante con que andan los madrileños. Y no le ponían ningún acento particular a mi nombre.
Agosto 2010 - Presente: Kiel, Alemania
Aquí a lo que más me ha costado trabajo adaptarme es al servicio médico. Es muy bueno, ¡pero es muy complicado! Y en gran parte es complicado porque para todo, para todo, toca ir al médico. Que no puedo dormir bien, quiero unas pastillitas ahí como cheverongas que me ayuden (ni siquiera estoy sugiriendo Xanax ni Zoloft ni nada de eso): necesita prescripción médica. Que necesito pastillas anticonceptivas: necesita prescripción médica. Que tengo gripa y necesito algo que me ayude: necesita prescripción médica. Que me duele la cabeza: necesita prescripción médica. Que me caí de la bicicleta y tengo un dolor muscular horrible: necesita prescripción médica. ¡OMG! ¡¿Qué le pasa a esta gente?! Yo creo que todos ganan comisión por prescripción médica. Alemania ha hecho que yo extrañe a todos mis otros países (excepto España), porque en todos podía recibir medicamentos súper chéveres sin prescripción médica. Uy, en Tailandia - WOW. Me dieron unas pastillas que me hicieron dormir por 14 horas. En Korea - WOW. Me dieron unas pastillas que me hicieron sentir cosquillitas ricas en los deditos de los piecesitos y de las manos, más chééééévere. Y en EE.UU., la tierra de los antialérgicos y antidepresivos y anti-todo, uf, allá sí me di yo la buena vida.
Ya ves, Cata. Te respondo tu pregunta con semejante ensayo... es que no se puede generalizar. En cada país es diferente. Y, ya ves, ese es el problema de hacerle preguntas a una persona cuya carrera, vida y futuro es escribir.
jajajaja, buena por los "antialérgicos y antidepresivos y anti-todo". Yo me adapte mas a Puerto Rico que a USA, pero progresando con la adaptacion en los yunais
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