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Mostrando las entradas de 2011

Guerrillero, ¡desmovilízate!

Querido Guerrillero, Te escribo desde donde me encuentro muy lejos de mi mamá, de mi papá y de mi hermana menor, el día antes de navidad. Te escribo con el corazón en la mano y con un poquito de lágrimas en los ojos (porque la lloradera de mi mamá es contagiosa). Te escribo virtualmente porque tengo la esperanza de que tengas acceso a internet en algún momento (vamos, es el siglo XXI después de todo). Te escribo para invitarte a que te desmovilices. Yo nací en medio de esa guerra. Digo "en medio" y me refiero tan sólo a un medio temporal, mas no a un medio geográfico. Pero desde que nací vengo oyendo de ti, de ustedes, de todo tipo de grupos de izquierda que quieren derrocar al gobierno. Cuando la guerra se declaró hace más de 60 años, cuando la izquierda se rebeló y se paró contra el gobierno, en ese entonces, como me contaba mi abuela, en ese entonces la idea tenía sentido. Yo no le quito importancia a la Izquierda. Es necesario, vital, imprescindible que la Izquierda

Me fui de compras

Si estás leyendo esto en tu casa (y no me refiero a las 4 paredes dentro de las que duermes, sino a tu casa, a tu ciudad, a tu país, a tu cultura) quizá no entenderás la felicidad que me dio a mi, a Honey y a mi amiga paisa que vive en Hamburgo encontrar esto en un supermercadito asiático  en Kiel . Quizá se puede comparar con la felicidad que siente un costeño con sed cuando se encuentra -con tiempo y con los dos mil pesos- frente a frente con el carrito de raspao, con ese pito cuiqui-cuiqui que invade a Barranquilla en medio de su silencio . Quizá se puede comparar con la felicidad que podría sentir un paisa cuando el queso y la mantequilla se derriten perfecto sobre (¿o dentro de?) la arepa. Quizá se puede comparar con la felicidad que podría sentir un cachaco cuando se termina de tomar un tinto, o un periquito, o una aromática, sin que se haya enfriado. Quizá se puede comparar con la felicidad de un caleño cuando se toma un vasado de lulada helada. Quizá se puede compara

El ronroneo de mini-motor de un gato tratando de acomodarse

Habiendo crecido en la costa caribe de Colombia, donde las temperaturas bajan a unos extremos impensables de 25ºC y suben a unos deliciosos 45ºC en los veranos más calientes, uno se acostumbra a disfrutar del silencio en el ruido. A las 9 de la mañana pasa el señor ofreciendo comprar chatarra y electrodomésticos viejos, a las 9:30 pasa el señor vendiendo frutas, cada 10 minutos pasan los buses (especialmente el Ruta 3, que fue el que Betty me enseñó a coger en caso de que algún día me perdiera y no supiera cómo llegar a casa), los carros que vienen y van, las motos que van y vienen, la gente que vive, que habla, que ríe, la palenquera que vende matrimonio y alegría a las 4 de la tarde, el pito del raspao, las campanillas de las paletas - esos ruidos son el silencio de Barranquilla. Nosotros los costeños no dormimos bajo el silencio de la noche como los cachacos, oyendo el titilar de las estrellas, sino bajo el ronroneo de mini-motor de un gato tratando de acomodarse. Así lo describía

¿Por que todo tiene que ser tan sexual?

Todos cometemos errores cuando aprendemos un idioma nuevo. Eso es normal. En mi experiencia, la gente que habla mi idioma extranjero como lengua materna es gentil y paciente. Lo que pasa es que yo, estee, bueno, yo soy especial. Ya verás, yo no sufro de pena hablando un idioma nuevo, y por eso cometo unos errores que, estee, bueno, cómo te dijera yo... Mira por ejemplo lo que me pasó en Tailandia. El tai es el idioma más difícil que he aprendido en mi vida. Ellos tienen 46 grafemas (símbolos, letras, por así decirlo) y 10 "tildes" que, combinados, hacen más de 100 fonemas (sonidos). No es como nosotros: nosotros le asignamos un fonema a cada grafema, de modo que tenemos tantos sonidos como letras (bueno, eso no es precisamente cierto con la j y g , pero entre la ll y la y se compensa, ¿no?). No es igual de fácil con el inglés porque ellos tienen vocales cortas y vocales largas y eso es un desastre. Con el tai yo tuve éxito porque me aprendí poquitas frases, pero aquellas

Un arroz con mango, o una mezcla del caldo con la tajada - que pito, que flauta

Realmente no soy fan del arroz con mango, ni del caldo con la tajada, que pito, que flauta. (Traducción para los lectores no oriundos de la Capital de la República del Atlántico: Llámase "arroz con mango" o "mezcla del caldo con la tajada" a dos ideas oximorónicamente juxtapuestas; es decir, dos cosas que se juntan o se comparan sin tener ninguna relación la una con la otra, para explicar algo ajeno a ambas. En la mayoría de los casos, y cuando más aplica la "mezcla del caldo con la tajada", es cuando se comparan dos cosas que en esencia son opuestas. El "arroz con mago" es una mezcla de dos cosas totalmente no relacionadas. El "pito" y la "flauta" son añadiduras a la mal llamada comparación de opuestos. ) Pero tengo que confesar que hace unos días, en clase de literatura, fui yo misma la que cogió ese arroz con mango y lo mezclo con el caldo y con la tajada, y que pito, que flauta. Ya verás, la clase es sobre la represe

Los recuerdos se equivocan

Uno de mis peores recuerdos es el de las navidades en la casa de los tíos de mi papá. Ofreciendo disculpas a mi familia paterna por tan terrible introducción, prosigo a explicar el por qué de mi comentario. Nos veíamos con ellos una vez al año --en navidad-- y se suponía que en ese día nos pusiéramos al día de todos los chismes y acontecimientos del año. Además, se suponía que en un día yo me volviera mejor amiga de mi prima contemporánea, con quien hace un año no me veía. (Menos mal que ella siempre fue mejor persona que yo y me trató súper bien, y terminábamos pasándola delicioso.) Mis papás, mis tíos, mis primos, mi abuelita y sus hermanos, todos tomando aguardiente y riéndose a carcajadas exageradas e innecesariamente ruidosas. Abrazándose, genuinamente contentos de estar juntos de nuevo. Pero eso no era lo malo --yo soy igualita ahora de vieja, salvo el aguardiente. Lo malo era el terrible, penetrante, inescapable y nauseabundo olor a tamal. Ugh. Ese olor a cerdo y pollo cocid

Cada uno hace lo que puede

El otro día, me encontré pensando en mi vida. Me encontré pensando en mi. Raramente hago eso - es de conocimiento universal que es más fácil criticar a los otros que a uno mismo. No sé por qué me encontré como haciendo un conteo de las cosas buenas que tengo en la vida, y fue como cheverito, porque son muchas, muchas las cosas buenas. Me encontré, además, pensando en todas las personas que conozco que NO tienen cáncer. Y son muchas (gracias a Dios) - pero coincidencialmente me llegó un mensaje de mi mamá en ese momento, contándome que su mejor amiga del colegio, Sumercé , estaba en camino a su segunda sesión de quimioterapía. Cáncer de seno. Mi lista se interrumpió - mi vida se interrumpió. Ha podido ser mi mamá. He podido ser yo. Pero fue la amiga de colegio de mi mamá. "Ella es mi Marilú," dijo mi mamá. Y su Marilú tiene cáncer. El mes pasado (octubre) fue el mes del cáncer - o al menos eso estaba dando vueltas por facebook y por twitter y por BBM como loco. Hay mucha ge

No se vale quejarse

Hace un mes me dieron ful buenas noticias - es decir, fue sólo una buena noticia, pero fue ful buena. Tan tan tan buena, que por un momento se me olvidó que no tenía gato. Aquella noticia fue que por fin - POR FIN - se pusieron de acuerdo todos los departamentos con sus reglas y sus cosas y me aceptaron en la maestría. ¡YUPI! Desde el 25 de octubre soy una estudiante de pos-grado en Alemania. Por fin: ¡Lo logré! Pero tu tranquis, fresco, relajado: siempre y cuando esté en este país, debo (por ley) manejar el idioma como nativa, así que también voy a seguir con el curso de alemán - pero por las noches. Y, bueno, ya que este era ique mi gran sueño y tal, ya no se vale quejarse . Cuando haga demasiado frío allá afuera y me toque salir a la universidad, me puedes decir, "Natalya, mamita, no te puedes quejar, esto era lo que tu querías." Cuando haya demasiado por leer y escribir y muy poco tiempo, me puedes decir, "Natalya, mijita, no te puedes quejar, tu solita

El gato llamado Gato (el cual es un nombre muy original)

Confieso que me encanta estar en mi casa. Quedarme en mi casa. No salir de mi casa. Lo disfruto. Especialmente cuando está frío afuera - lo cual, siendo realista, es con demasiada frecuencia en Alemania. Pero en los últimos días ha hecho un solecito agradable; tan agradable, que hasta me inventé una excusa el otro día para salir de la casa (iba a comprar plátano). Y salí - pero no pasé de la puerta. No pasé de la puerta porque, tan pronto la abrí, se me metió a la casa un monstruo feroz. Mi primera reacción, por supuesto, fue gritar "OMG OMG OMG" un par de veces, y luego proseguir a ver qué rayos era eso. Era una bestia peluda que corría por toda la casa. Se metió a la sala, se metió al cuarto, se metió a la cocina - se metió y salió de todos los cuartos del apartamento, pero no salió de la casa. Esta es la bestia que invadió mi hogar. Estuvo atrancado en la tina como 10 minutos... Yo me quedé parada en la puerta, sorprendida, asustada. Le pregunté en español que

Le tengo miedo a Facebook

Yo lo confieso abiertamente: le tengo miedo a Facebook . Me meto todos los días, por lo menos una vez cada hora. Y eso que ahora con el BB, eso me pita cada vez que algo "importante" pasa. Y digo "importante", así entre comillas y todo, porque, vamos, seamos honestos: nada realmente importante  pasa en Facebook. Que si el uno viajó, que si el otro llegó, que si está o no en una relación, que la foto de la mascota o del bebé - no es importante . Es decir, es chévere, y me encanta leerlo (por eso me la paso pegada al bendito programa), y me alegro con los logros de mis "amigos" (hay una carrandanga de conocidos, a decir verdad) y me entristezco cuando algo sale mal. Yo soy de las que pone las actualizaciones bobitas, "Me duele la cabeza y me tomé un té" - vamos, eso no le interesa a nadie. Pero mis amigos me comentan, me "apoyan", porque, ¡caray! un dolor de cabeza es algo serio, ¿no? Pero me he encontrado con 4 situaciones que me han h

Me Uno al Blog Action Day 2011

Pues resulta que existe este movimiento llamado "Blog Action Day" que nos invita a todos los blogueros a bloguear sobre un mismo tema en un día específico para saturar la red mundial con nuestra voz. Este año es hoy, domingo 16 de octubre, sobre el tema FOOD - Comida. Es chévere, porque es un tema amplio que permite que cada blog mantenga su estilo, su audiencia, su voz, y que a la vez haga parte de este gran movimiento. De modo que me uno. Y aprovecho para felicitar al movimiento. Soy la encargada de la comida en nuestra casa. Honey es muy obediente y se sienta en la mesa cuando se le indica y se come lo que se le sirve. Pero la que toma las decisiones (la decisión de la compra, la decisión de la cocinada, la decisión de la servida, la decisión de la hora y cantidad de comida) soy yo. Confieso que me encanta tomar decisiones, me encanta tener el control. Pero me desespera tener que ser creativa todos los días con la comida. Y más que eso, me desespera cocinar. Y más más

¿Será que la gente SÍ cambia para bueno?

Ya estoy llegando a esa edad donde soy casi contemporánea con la gente que está cambiando el país. O al menos haciendo campaña para cambiar el país. Sí, así es. Es que ya mi generación está toda graduada de su pregrado, ya muchos tienen hijos (¡mi mejor amiga tiene TRES hijos!), y están seriamente pensando en cómo hacer para aportar su granito de arena para que nuestra ciudad, Barranquilla, y por consiguiente Colombia y el mundo, sean un mejor lugar para sus hijos, para sus nietos, y en lo posible para nosotros mismos (es que no somos tan viejos todavía). Claro que, entonces me encuentro con una situación peculiar. Antes, lo que mis abuelos o mis papás decían era mi opinión también, porque no sabía nada. Me acuerdo que cuando Andrés Pastrana se estaba lanzando de Presidente contra Samper, hice el comentario, "Ojalá no gane, porque si ese tipo es presidente de Colombia, se acaba el país." Una compañera me preguntó, "¿Por qué lo dices?" Y lo único que le pude respon

Los Alemanes NO Se Equivocan

Los alemanes no se equivocan. Como aquella vez que firmé contrato con la aseguradora médica y tres meses después - si, tres meses después  - cuando llamé a pedir que me mandaran una carta certificando mi seguro porque - qué raro - no me había llegado mi tarjeta ni nada, me dijeron que no, que yo no estaba asegurada, ni que figuraba en pendiente de ni nada... Tampoco me habían cobrado, así que aparte del temor de ser deportada por falta de seguro médico, al menos no tenía que sufrir por haber pagado 125 Euros mensuales por 3 meses para no tener seguro. Claro que apenas les llamé entonces ahí sí aparecí, y aunque furiosa cancelé mi seguro, que de todos modos nunca existió, ya que nunca estuve asegurada, ahí sí se les dio por quitarme los 125 Euros x 3 meses. Retroactivo. Por un servicio no prestado.  Los alemanes no se equivocan. Como aquella vez que casi nos desmayamos porque nos llegó una cuenta de celular por 165 Euros, cuando nuestro contrato era en plan cerrado por 50 Euros.

¡Nos Ganamos La Lotería!

Yo siempre he pensado que soy de aquellas faltas de suerte que nunca se gana nada. Me acuerdo que, en mi primera comunión, una amiga, Michelle Warner,  me sugirió que intercambiáramos rifas. Yo le dije que creía que era una excelente idea, y tomé una de las rifas de la mesa y se la di. En su fiesta de primera comunión, el secreto para ganar la rifa era adivinar el color - ella me dijo en secreto, Se parece mucho al color piel ... y por eso dije, "¡Color piel!" Y perdí. El color era curuba . O sea, ni siquiera con pistas pude ganar. Después de eso tengo un recuerdo de la universidad, donde en una rifa me gané una corbata. O sea. Una corbata. WTF. Y muchos, muchos años después, en la fiesta de despedida de año en la empresa donde trabajé por 3 años, me gané un horno tan moderno y tecnológico y fascinante que le faltaba sólo hablar para ser un robot completo. Wow. Ese hornito era algo maravilloso. Cuando me acerqué a reclamar mi premio, totalmente incrédula porque yo nunca me ga

Es mejor ser rico que pobre

En la primera mitad de septiembre, salieron dos noticias cuya juxtaposición temporal - poéticamente anacrónica - engendra la situación oximorónica más real que he experienciado. Por un lado , el Deptartamento Nacional de Desarrollo colombiano declara que una familia colombiana de cuatro integrantes, cuyos ingresos mensuales totales sumen COP$760,000 (cerca de USD$420, a la tasa de hoy), no es pobre. Es decir, esas cuatro personas juntan sus ingresos cada primero de mes y de ahí pagan: arriendo, alimentación, transporte, servicios (agua, luz, gas, teléfono, celular, internet; claro, son los servicios básicos del siglo XXI), educación (si es que son de los pocos colombianos privilegiados con una educación), gastos misceláneos, gastos varios para actividades extracurriculares, pensión, salud, seguro, impuestos y ahorro. Pero no olvidemos el otro lado , en donde el presidente del congreso colombiano, Juan Manual Corzo, la persona más descarada y sin vergüenza que he leído en mi vida, decla

Extraño

Como yo me he ido de mi casa varias veces, he aprendido a no extrañar ciertas cosas. Bueno, eso es mentira. No es que no las extrañe, claro que las extraño. A veces las tengo demasiado presentes. Creo que lo que he aprendido es a no añorarlas, a buscarles un sustituto. Al menos he aprendido a no pensar mucho en ellas. Como el arroz con coco de mi mamá. Aquí en Alemania el arroz, sin ser un lujo culinario, es un placer casi exótico. Y no sabe rico. Sabe a plástico. Un poquito de "gustiarroz" ayudaría. No entiendo por qué el Señor Arroz de las Señoras no ha acaparado este mercado, que tan necesitado está de un buen grano. Pero bueno, eso con suficiente sal deja de saber tanto a plástico, y con papas y brócoli gratinado (es que ahora, de vez en cuando, como brócoli) hasta sabe rico. O al menos eso me digo para convencerme. A veces hacemos paella, y aunque no es lo mismo que el suculento arroz con coco (arroz de coco, como le dice Carmen) de mi mamá, aguanta para saciar la gana